Cosi y Nené
Todo empezó con un sueño. O para ser más precisos, con dos sueños que luego se empalmaron…
En Santiago de Cuba, “Sentada en su balcón/ mirando al horizonte/ la niña sueña con viajar muy lejos”, a un lugar donde “ser extranjero no es ningún privilegio”. Esa niña se llama Odette Alonso, es Acuario porque nació un 23 de enero, le gustaba “jugar a la pelota o sea al béisbol” y en un tiempo tenía miedo a ser “descubierta” porque en el país de Fidel Castro ser gay o lesbiana “implicaba que te expulsaran de escuelas o trabajos”.
Incapaz de traicionar su naturaleza, la linda Odette creció enamorándose de varias compañeras en sus años de escuela, estudió Letras en la Universidad de Oriente y como poeta entró al gremio artístico donde su ser “diferente” fue más tolerado, pero aun así perdió amistades femeninas y masculinas —entre ellos un enamorado— cuando les contó su verdad.
En 1989, la joven publicó sus dos primeros libros de versos: Enigma de la sed e Historias para el desayuno, en los que “disimulaba con la o”, esto es, como otras poetas sáficas nombraba en masculino su objeto de amor o deseo, que en realidad era femenino. Su salida poética del clóset fue siete años después con Óleo:
La muchacha del óleo me ha mirado
de su pincel renazco sin saberlo
dos manchas sobre el lienzo
tinta negra.
El pincel es mi dedo dibujado en su espalda
su dedo en mi nariz
la caricia en la nuca.
El lienzo es esta cama
y la ciudad entera
corazón que se abre sin confianza
blanco y negro en el lienzo
esa muchacha y yo.
Istria Yodú, madre de Odette, intuyó muy pronto que una que otra amiga de su hija era algo más, y lo hacía notar nombrándola con enfado “esta muchachita”. Pero no le quedó otra que aceptar y amar a su hija “tortillera”.
Antes de mudarse definitivamente a La Habana, donde trabajó en la Casa del Joven Creador, Odette viajaba a la capital para visitar a su única hermana, Ludmila, “Piri”, pero lo cierto es que iba a ver a una novia, Dinorah.
“Dinorah era amiga de mi hermana, y una vez le dijo que teníamos una relación, y Piri le contestó: ‘¡Yo lo sé hace rato, niña, pero yo quiero que ella me lo diga!’”.
Odette se rió bullanguera, como buena cubanita, al referirme esta anécdota. Estaba sentada, casi despatarrada, sobre un amplio sillón circular en su luminoso departamento de la colonia Narvarte de la Ciudad de México. Tres semanas antes había celebrado su cumpleaños número 54, trabajando en la Dirección de Publicaciones de la UNAM, y el sábado pasado, cuando me recibió, iba a brindar porque justo hacía 26 años llegó a nuestro País.
“Me esforcé en ser mexicana, pero aquí nunca me van a aceptar como mexicana, y al mismo tiempo reacciono como cubana, así que cuando te vas de un país irreversiblemente estás entre dos aguas y en ninguna de las dos”, me dijo sin perder el ánimo festivo.
En 1992, Odette fue invitada a dar unos talleres de iniciación poética a niños y jóvenes en Bacalar, Quintana Roo. Cuba vivía el periodo especial marcado por la agudización de la crisis económica, aunque la joven escritora no tenía en mente refugiarse en México, solo extender su estancia de cuatro a seis meses si se sentía a gusto.
“Por unos amigos, vine a la Ciudad de México y me encantó, así que me fui quedando y ya tengo más años aquí que los que viví en Santiago de Cuba”.
Las piernas recogidas sobre el mismo sillón donde yo tomaba notas, Paulina Rojas escuchaba este relato con un gorrito gris en la cabeza y la taza de café entre las manos. Es una treintañera, chilanga y Libra, que tiene un fino sentido del humor porque al preguntarle si también escribe, me respondió: “Sí, desde los cinco años, pero yo no soy poeta, trabajo haciendo estudios de público en el Museo Interactivo de Economía”.
Paulina, ya lo habrás adivinado, querido lector, amable lectora, es quien tuvo ese segundo sueño con el que empezó esta historia de amor. Durante sus estudios en Letras Hispánicas, en la UNAM, se había emocionado leyendo poemarios de Odette como Manuscrito hallado en altamar (Universidad Veracruzana, 2011), y luego vio a la autora, sin atreverse a saludarla, en un par de coloquios sobre versos lésbicos.
Su primer plática la cuenta así: “Una amiga quería que le prestara mi computadora y quedamos de vernos en el Metro Zapata. Era de noche y yo salí en pijama porque iba cerca. Al entrar al andén del Metro Copilco había mucha gente y de pronto me fijo y ¡enfrente de mí estaba Odette Alonso! ¡O, dios, y yo en pijama!”
A entrar al vagón, Odette quitó una bolsa que se había apresurado a colocar una pasajera a su lado para apartar el asiento, y le dijo a Paulina: “¡Siéntate!” Entonces la joven fan se atrevió a empezar la plática y confesarle que le gustaba mucho su poesía. Luego se agregaron al Facebook y Paulina iba a sus presentaciones literarias pero se ponía muy nerviosa y huía antes de que concluyeran.
“A principios de febrero de 2017 soñé dos veces con ella”, me relató Paulina al tiempo que Odette pataleaba de alegría en su sillón. “Se lo comenté por messenger y me preguntó qué había soñado, pero le dije que no podía contárselo porque entonces no se haría realidad”.
—Supongo que se hizo realidad y ya me lo puedes contar, ¿verdad?
—Soñé que estábamos juntas, nos tomábamos de la mano y nos besábamos…
—Y que hacíamos más cosas, Nené —terció Odette, pícara.
—¡Ay, Cosi! —fingió escandalizarse Paulina.
—¿Te apeno?
—No, pero va a salir en la prensa…
El 18 de abril del año pasado, Cosi y Nené empezaron su relación y muy pronto Paulina se mudó al departamento de Odette. Tienen un “hijo”, un simpático cocodrilo de peluche que se llama William en honor a Shakespeare. Ordenadas, viven sin peleas y se ríen mucho de ocurrencias como la estrategia de Paulina para ahuyentarle los fans a su novia, pregonando “¡A Odette no se le para!”
Igualmente, mis amigas disfrutan los silencios echadas, celular en mano, en el sillón de la sala que llaman “el ángel exterminador” porque al caer en él ya no pueden levantarse.
Comparten el proyecto de hacer una antología de poesía lésbica, pero ¿ahora con qué sueñan estas amorosas mujeres?
Odette: “Sueño con un espacio de libertad, totalmente dedicada a mi obra porque los otros sueños ya los tengo”.
Paulina: “Sigo soñando con ella. Mi sueño es saber quién soy y a través de ella siento que me defino más y estoy en el camino en el que quiero estar para lograrlo”.
¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!
Por favor usen bici, sueñen con el verdadero amor más allá de fechas cursis y, sobre todo, usen condón.
12 de febrero, 2018.
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