Mamá testa o el arte del guagüis

...una abeja que fuera a absorber el néctar de la rosa no chupa con mayor voluptuosidad.- Marqués de Sade, Las 120 jornadas de Sodoma.

Después de la tardeada sexual de los viernes en el hoy demolido club privado de Río Marne 18, hacia la medianoche solía recalar en una famosa antojería de la cercana Zona Rosa.

Además del reconstituyente pozole, la "casa" de mi tocayo –el nombre ya lo habrá adivinado el sibarita lector, la lectora de buen diente– me ofrecía un atractivo visual no precisamente por el comadrerío de todas las edades y diversas nacionalidades que la distingue con su preferencia noctámbula; finalmente yo llegaba ahí bien satisfecho de otros apetitos culinarios.

El encanto agregado estaba en observar a los comensales más glotones que obviamente identificaba en las mesas vecinas porque sus carnes lonjudas se desparramaban en los estrechos asientos.

Siempre a dieta por mi colesterol elevado, ordenar un pozole con carne de pollo ya era para mí un libertinaje mayúsculo, un desliz que quizás trataba de minimizar regodeándome en la contemplación de lo que zampaban sin asomo de culpa las damas y especialmente los caballeros de mórbida apetencia y talla. ¡Oh, catarsis lipídica!

Una noche gocé especialmente admirando a un joven que destacaba en un grupo de amigos por su lindo rostro rollizo y cuerpo monumental. Nomás para abrir boca, el angelito cachetón pidió una orden de flautas que devoró antes de que yo le diera tres cucharadas a mi plato recién preparado con harta lechuga, cebolla y rábano.

"Ahora, chúpate los dedos, corazoncito graso", pensé limpiándome los labios para darle un trago a mi cerveza. E inmediatamente el bien educado comensal se llevó a la boca índice y pulgar para quitarles los restos de crema, ¡chuk, muak!

Menos larga que ese antojito frito, mi propia flauta se empezó a empalmar porque la deglución que acababa de gozar en boca ajena prendió en mí el fresco recuerdo de la maestría con la que buena parte de la tarde me la había comido, del rojo champiñón a la base peluda, el habilidoso Adrián.

Cuarentón, de cuerpo rotundo y lechoso como el queso Oaxaca, me gustaba acariciar las carnosas orejas y la cabeza escrupulosamente afeitada de Adrián y, cuando me dejaba, mordisquear el grueso cuerito que le cubría el glande. Era uno de mis abonados de ese club de sexo que regenteaba el querido Marcelo Guinea en su propia casa de la colonia Cuauhtémoc.

"Segundo es un chupavergas muy habilidoso", grafiti en un muro de Pompeya. Esta foto, como todas las que engalanan esta entrega, es del generoso amigo Eusebio Penha, @yonosoy_artista.

Los ojos del consumado tragasables brillaban como el acero cuando me veía llegar, y yo sentía pinacates en el escroto al contemplarlo mojarse lentamente sus labios pulposos con la punta de la lengua. Era saludo y seña para, nomás entregar mi ropa en la barra, seguirlo a uno de los salones en penumbra donde en un sillón le gustaba sentarse cual lúbrico dios panzón en espera de ser regalado con una aromática varita...

Más sagaz la boca que el culo para prolongar el placer con variaciones de presión, velocidad, humedad y jugueteo de sus partes anatómicas –labios, lengua y hasta dientes–, quien la sabe usar es todo un terapeuta para los que padecemos el precoz síndrome de Flash.

¡Los buenos oficios de Adrián me hacían sentir estrella porno de la postergación eyaculatoria! Y cuando después de un prolongadísimo goce era finalmente imparable la crisis orgásmica, sentía que me vaciaba en el fondo de su garganta con espasmos de supernova en la Vía Láctea. Él tragaba a mis bendiciones sin arcada alguna.

–¿Más caldito para su pozole, señor?" –la voz del solícito mesero me volvió a la realidad de que casi había devorado el platillo y toda la canasta de grasosas tostadas untándolas de un guacamole y crema que no supe en qué momento pedí.

–Sí, joven, y por favor tráigame más rábanos –terminé por destramparme.

Garganta Profunda y el Granjero

"¿Se la comen mejor los gordos?", pregunté hace poco en Facebook para confirmar mi teoría de que la gula que atiza a estos amixes extiende su fijación oral al camote de señor, el chile de morro o el pepinillo en su jugo.

Hubo comentarios de esbeltos amigos como Roberto Cabral, artista del mejor drag cabaretero y bueno pa'l tlacoyo, quien siempre festivo advirtió : "Perdón, pero yo tengo otros datos (y aptitudes)".

Sin duda las mismas aptitudes que Cleopatra, la gran felatriz del antiguo Egipto, aplicó a Julio César, Marco Antonio y una legión de soldados romanos para ser apodada "la boquiabierta" o "la boca de los diez mil hombres".  

Y el también espigado Óscar Sánchez dejó entrever sus destrezas de tragona con un sabio consejo e insinuación al afirmar: "Cualquiera [se la come sabroso], es cuestión de relajarse; yo me relajo muy bien..." .

Mi buen Israel Monster Vargas, quien no deja de esforzarse en el gimnasio (pero tampoco deja el tamal), insistió en que "es igual" si el becerro está flaco o bien cebado.

Pero los pesos pesados que se manifestaron orgullosos de sus destrezas con el biberón de carne dieron fe que desde chiquitos eran buenos para succionar el extremo pectoral: "¡Nosotros siempre tenemos hambre!".

Esto último lo aseguró Dany Calderón, toluqueño de 35 años y 110 kilos de peso. Con sabrosa sazón, luego respondió a unas preguntas impertinentes que le mandé por inbox.

Me dijo que culinariamente es afecto a los chilaquiles rojos y las enchiladas del mismo color, y fálicamente le gustan las flautas "morenitas, no tan largas y no tan gruesas, pero eso sí, las bendiciones con sabor a piña" (entiendo que comer esta fruta endulza el semen, ya de por sí rico en fructuosa, ¡yomi, yomi!).

La ex pareja de Dany lo apodó Garganta Profunda, aunque él matizó: "Ni tanto, de repente sí me ando ahogando". Una falsa modestia, creo, porque a pesar de su separación el ex no ha podido renunciar a que el buen amigo de Nosotros los jotos le siga pegando unos chivos, tras los cuales le dice como siempre: "Gracias, Chaparro, voy a dormir como bebé" (claro, con el biberón vaciado).

Y Dany sigue pidiéndole recalentado de chorizo toluqueño porque "ya probé varios, pero el de mi ex es mejor". ¡Nada como la fidelidad carnal más allá de los hipócritas yugos!

"Soplar la vela", en Argentina y Uruguay; "chupar el pomo", en Montevideo; "trompetear", "mamertear" o "mamar güevo", en Venezuela; "capotear" o "cabecear", en Puerto Rico; "chupar el cohete", en Perú, y "bajarse por los chescos", en México lindo y querido. Gerardo y Óscar (2015).

Con la picardía que caracteriza a los veracruzanos, Camilo Varona Vásquez también tuvo la gentileza de responder el cuestionario bien mamador que me divertí haciendo, y así ilustrarnos sobre el arte del guagüis.

Cam, alias el Granjero porque aseguraba un amante que es buenísimo para sacar la leche, estudió la licenciatura en gastronomía. Le mama –nunca mejor empleado el modismo millennial para "le encanta"– la salsa de chicharrón y el cubano congrí. Tiene 30 años y cuando se sube a la báscula la aguja llega a los 110 kilitos. ¡Hay chicharróoon!

A mí sus respuestas me parecieron ricos lengüetazos, con una que otra sabrosa mordidita para prenderle candela al palo durante el bolis, el chupón, el llegue o la exprimida, como llaman en sus carnavalescas tierras al comedimiento de bajarse por los chescos. Espero que a ti también te mamen, querido lector, amable lectora:

¿Cuál es el secreto del buen tragasables?

No tener miedo de lo que pueda tocarle. Hay sables muy filosos, pero como buen faquir no debes de dudar al engullírtelos. Saber ocupar la lengua es algo de lo más sencillo: hazle al otro lo que te gustaría que te hicieran a ti.

¿Hay una relación entre ser sibarita culinario y buena tragona de camotes?

Claro, hay que saber reconocer los buenos pedazos de carne que uno se lleva a la boca porque un buen trozo jugoso es delicioso, pero a veces una salchicha coctelera nos llena el paladar más de lo esperado.

Del espadín a la lanza, ¿el tamaño sí importa?

No es lo mismo chupar un hueso de mango que un trozo de caña. Mejor la medida estándar: ni tan chiquito que se me quede entre los dientes, ni tan grandote que me tumbe los dientes.

¿La más sabrosa es siempre la fruta que está por disfrutarse o ya degustaste el mejor plátanos del Paraíso?

Diría Yuri: ¡Siempre vendrán tiempos mejores! Hay unas muy memorables, pero nunca dejo de sorprenderme y siempre me topo mejores.

¿Algún piropo memorable que te haya regalado un muchacho después de probar los buenos oficios de tu lengua?

¡Gordito, de saber que te pegabas como chivito recién nacido te hubiera alimentado desde cuándo!

¿Prefieres las bendiciones en la cara o, como Saturno, comerte a los hijos?

Nunca me niego a un buen facial. A veces aplico la de Saturno, pero me excita más sentir cómo me escurren en la cara.

¿Una buena felación es requisito indispensable antes de la entronización del amiguito en el templo del señor?

¡Por supuesta! Como diría un amigo: Primero unos buenos mames y después unos buenos sentones, ¡hay que preparar el terreno!

"Las manos desempeñan un papel más incitador, son complementarias a la estimulación bucal, una masajea, acaricia y araña las bolas de los testículos y el perineo, mientras que la otra procede a una lenta masturbación", Mark Emme, El arte de la felación (Martínez Roca, Barcelona, 2000). Sin título, de la serie Sin título, sin definición.

Por favor, amigo gastrónomo, ilústranos sobre colores, olores y sabores del nabo, la berenjena, la zanahoria, el pepino, ¡el chile, pues!

Uy, esa lista es larguísima: Los hay en forma de cono (puntiagudos y van volviéndose grueso), no soy muy fan de esos. Los hay también gruesos como caña y delgados como flautas. Los que miran hacia el cielo o los que están mirando al infierno, los que están hacia la izquierda o la derecha, unos con olores a humedad y otros con un toque de sudor, y claroooo, hay sudores que la química cerebral hace que me lance sobre ellos y otros que les aplico el "¡métete a bañar!". Los que saben a sal o los que simplemente no tiene sabor, pero el sabor se lo vas encontrando en cada chupada. A mí me gustan los grueso, esos que son de preferencia rectos, con capucha y en forma de hongo, a esos jamás he podido resistirme, desde los 12 años les agarré un gustoooo que ni el Chavo del Ocho ama tanto las tortas de jamón con queso como yo ese tipo de pescuezo, ja, ja.

¿Algún consejo que nos quieras regalar para el buen desempeño oral?

Siempre hay que tener la boca lubricada, y no usar los dientes a menos que te pidan pequeñas mordiditas. Ser siempre ágil, no es solo de arriba para abajo, ocupa también las manos. Yo prefiero comenzar con olerlo, luego con la punta de la lengua voy saboreando el inicio y bajo lentamente hasta el frenillo. También paso la lengua por los kiwis y de ahí, cual boa, abro toda la boca y me los trago de un bocado. Es excitante aplicar movimientos lentos y suaves para después hacerlos más rápidos y bruscos, siempre viendo la cara del otro, que nos va a decir cómo va el trabajo. Puedes ocupar algún jarabe dulce o una halls de menta para hacer más emocionante la experiencia. Lo mejor del sexo oral es que los tienes en la palma de tu mano, bueno, más bien en tu paladar. Disfruten sin prejuicio y ocupando todo su talento porque "si no hay arcada, no es mamada".

¡Hasta el próximo llegue de chichis y braguetas con lengüita, señoras y señores míos!

       

               

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