Pasión leather, barroca y galáctica
La pasión más rara de Jorge Gutiérrez Reyna es grande, peluda y se mueve con ocho patas...
Las tarántulas fueros sus mascotas durante la adolescencia, llegó a tener 10 a las que ponía nombres de seres mitológicos, como Polifema, y este singular gusto por criarlas fue un vínculo con su primer amor de carne y hueso: Daniel.
El mismo día que arrancó el Bachillerato Internacional, un programa piloto de la Universidad Autónoma de Nuevo León en el que cursó, sometido a mucha presión en un centro de investigación, los tres años de preparatoria, entre los 15 alumnos "medio ñoños" participantes Jorge quedó "perdidamente enamorado" de un muchacho alto, rubio y "absolutamente salvaje".
Entonces calló ese sentimiento porque Daniel era buga, y hoy pide no publicar los apellidos de quien se convirtió en su mejor amigo porque pertenecen a una familia de "súper alcurnia" de Monterrey.
En esa ciudad norteña, y también en una familia "regia por los cuatro costados", nació Jorge el 13 de junio (día de mi santo) de 1988. También compartimos el signo de Géminis, cuya descripción tiene que ver con la facilidad del lenguaje y la comunicación. Pero Jorge –otra rarezas de su biografía– es un súper Géminis.
"Yo soy la cosa más Géminis que te puedas imaginar porque, como nací a las cinco de la mañana, además el ascendente también es Géminis y tengo todo lo que se puede tener en Géminis: tengo la Luna en Géminis, Venus en Géminis, ¡todo Géminis!".
Una situación, me aseguró, que le sacó lágrimas a quien se la reveló por medio de su carta astral. "Es la carta más bonita que he hecho", le dijo conmovido el astrólogo, pero remató la consulta con una sentencia que suena a perrada de Maléfica: "Debe ser muy difícil ser tú".
Yo percibí que más bien le ha sido fácil vivir su ser peculiar durante 32 años, de acuerdo con lo que Jorge me relató la mañana del patriótico 16 de septiembre en su departamento de Fuentes Brotantes, muy al Sur de la Ciudad de México. En pants oscuros y chanclas, totalmente relajado en un sillón de tapiz a rallas negras sobre blanco, el ex integrante del Coro Gay de la Ciudad de México –donde lo conocí haciendo un reportaje– a ratos adoptaba su tono de catedrático.
Desde que en primero de primaria descubrió la gran biblioteca del Instituto Franco Mexicano de los hermanos maristas, no ha hecho otra cosa más que leer, "e intentar escribir un poquito después" (ensayo sobre cultura barroca novohispana y poesía).
"Lo recuerdo muy bien y no es una construcción a posteriori, como luego se hace de la leyenda de la infancia", me advirtió sobre el suceso primigenio que marcó su vida.
"Entré a la primaria y dos, tres días después descubrí que había una biblioteca, saqué un libro muy bonito que se llama Willy y Hugo, que todavía es un clásico del FCE, es sobre un gorila y un chimpancé que se hacen amigos, de Anthony Browne, un gran autor de literatura infantil. Lo empecé a leer y fue una cosa cautivadora, no he soltado un libro desde entonces".
En casa, el futuro humanista que en la escuela ganó todos los concursos de composición poética y oratoria, tuvo también un ambiente favorecedor desde el punto de vista económico e intelectual: sus padres pertenecen a "esa típica clase empresarial regiomontana"; había libros, viajaban y visitaban museos.
Sobre todo contó con el ejemplo lector de su papá, estudioso de teología e historia de la iglesia; un hombre católico pero no dogmático porque, comentó su hijo con razón, "no hay manera de que seas inteligente y al mismo tiempo cerrado y dogmático".
Eso facilitó que Jorge asumiera sin culpas y luego viviera con naturalidad en familia su ser homosexual, cuando en la preparatoria finalmente las hormonas explotaron y lo hicieron reaccionar casi a cachetadas.
–Yo fui muy ingenuo hasta muy grande –me reveló–. Vivía en una burbuja, en un mundo completamente asexualizado. Y justo en la prepa, cuando llega el momento en que ya el cuerpo reclama, es cuando empiezo a decir: 'Ah caray, como que algo está pasando'. Yo nunca tuve atracción por mujeres, fue por un compañero, a ver si no lee esto (risas). A mí se me hacía la criatura más hermosa, se llamaba Daniel y cuando lo vi, la primera vez, fue todo en una: "Este güey me gusta, obviamente me gustan los hombres, ah, pues soy homosexual, fin de la discusión".
–¿Antes no te habías dando cuenta?
–No, te digo que yo vivía en otro planeta, estaba en una realidad paralela. Ya lo habrás visto, yo todavía, en cierto sentido, vivo en un universo muy infantil. Creí en Santa Claus hasta los 15 años (risas).
Un Skywalker en cuero
A las 10:30 de la mañana que Jorge me abrió la puerta vi su vigoroso torso moreno porque se acababa de bañar y aún no se ponía la camiseta que llevaba en una mano. Era negra, a juego con el pants, y pronto me di cuenta que nuestro entrevistado la había elegido con toda intención porque en grandes letras doradas decía: "MAY THE FORCE BE WITH YOU".
Antes de pasar al baño a cumplir con el lavado de manos anti-Covid-19, alcancé a ver en el estudio otra de las pasiones del aniñado treintañero: en una repisa, neuróticamente acomodados, lucían los personajes de la Guerra de las Galaxias, un clásico que a Jorge le encantó saber que yo había visto con 11 años, cuando se estrenó en 1977. Más allá del peinado con rodetes de la Princesa Leia, el mundo del filme no me sedujo.
Jorge no sabe cómo le vino esta pasión galáctica, solo puede decir que siempre le ha gustado mirar a las estrellas. Es un verdadero frenesí porque el diseño de la repisa, que es de su autoría, está inspirado en la estación espacial Estrella de la Muerte, y son de colección las más de 50 piezas exhibidas, que yo neófitamente estuve a punto de llamar "muñequitos". El amenazante Darth Vader, por ejemplo, lo compró en un viaje que hizo ex profeso a Nueva York, la víspera de su esperada salida al mercado.
"Tengo el cosplay de Anakin Skywalker", dijo blandiendo con gran destreza la lumínica espada del personaje. "Y cuando voy a las convenciones de cómic así, no te imaginas cómo me toman fotos".
¡Cómo no, mi caballero Jedi, si la fuerza del encanto está contigo!
Frente a este universo interestelar, el contenido de varios libreros da cuenta de otro de esos planetas paralelos, también de fantasía, en los que Jorge vive: la cultura del barroco novohispano, con especial interés en ese portento de imaginación poética llamado Sor Juana Inés de la Cruz, y la fiesta que le atrae porque "se hace con tanta pasión y de manera tan vívida porque los novohispanos en el fondo están conscientes de que es efímera como la propia vida".
Jorge me relató, usando de nuevo la palabra pasión, el gozo que sentía por las clases de español, y después de literatura, causa de su elección de la carrera de letras. Aunque en un principio tuvo la duda, que su padre le ayudó a resolver, de si estudiar las clásicas "porque estaba obsesionado con los trágicos griegos"; inglesas, dado su gusto por Charles Dickens, o las hispánicas que habían sido lo suyo de siempre y que finalmente eligió para hacer carrera.
Pero en lugar de cursarlas en el Tec de Monterrey, donde estudiaron sus primos y hermanos –es el tercero de cuatro hijos, con una mujer en el segundo puesto–, el regiomontano prefirió la UNAM, donde hoy trabaja en el Instituto de Investigaciones Filológicas.
El traslado a la Ciudad de México con sus padres, que lo acompañaron para inscribirse e instalarse, fue un "viaje de tránsito" que hizo leyendo, en la parte trasera del automóvil, el último libro de Harry Potter. Y también una especie de ritual que daba inicio a una aventura y hasta cierto punto rompía con la sobreprotección paterna.
Hasta cierto punto porque don Jorge Gutiérrez movió sus influencias eclesiásticas para que viviera en la residencia de la Universidad Pontificia de México, donde el junior que nunca había planchado una camisa ni freído un huevo tuvo la fortuna de contar con servicio de comedor y lavandería.
–¿Hubo aventuras en la residencia?
–Eso es lo peor de todo... Yo dije: "¡Ay, qué padre, mis primeras materias son latín, literatura medieval y voy a estar en un claustro!". Me hacía entre cantos gregorianos traduciendo toda la plácida tarde mi Cicerón, de tarea de la facultad. ¡No, fue horrible, una de las peores experiencias de mi vida en ese sentido! En la residencia lo único que se oía, las 24 horas a todo volumen, era Gloria Trevi. Y la única persona que en realidad se dedicaba al estudio creo que era yo, además de algunos muy eminentes sacerdotes. ¡Aquello era Sodoma y Gomorra!
–¿De un cuarto al otro entre quienes iban a ser sacerdotes?
–Sí. Nunca había contado esto y ya estoy hablando de más, pero es la verdad. Aquello era un desmadre, pura pachanga, mucho ruido, poco estudio.
–¿Y cogedera?
–Pues, mira: yo afortunadamente nunca me metí, pero me imagino que sí.
–Entonces te dedicaste al estudio, viviste ahí, te graduaste de la universidad.
–Así viví dos años, luego ya en mi departamento como la gente normal. Y tuve que aprender a cocinar, a lavar y todo.
–¿Y hubo un amor de universidad, tuviste una pareja en ese tiempo?
–Sí, un par de novios en la facultad.
Hace año y medio que Jorge terminó su relación sentimental con un psiquiatra, duró cinco años. Es consciente que por ser "demasiado dinámico" y "demandante" no se le dan bien los amores de carne y hueso a este súper Géminis, que un buen día se identificó con los atributos "tan libres, tan salvajes, tan masculinos" con los que Tom of Finland dibujó sus personajes, y así descubrió otra de sus pasiones: el cuero.
"Siempre me he movido en el mundo de las letras, del arte y de la cultura pero en realidad creo que soy, en esencia, poco... no sé si decirlo así: poco frágil. O sea, me llevo mal con la feminidad, lo que no me impide jotear hasta que no se pueda más", reconoció.
De este fetiche, el gusto más intenso del master es por los pantalones de piel. Tiene piercings en nariz y lóbulos, pero por miedo a la recuperación no se animaría a hacerse más, como un Prince Albert en el meato urinario.
Por su andar "tan de un lado para otro", tampoco tiene un tatuaje que de un día a otro podría ya no gustarle, aunque si se decide sería algo discreto sobre sus pasiones. También quizás sus favoritos tacos de carnitas, o mejor de ese amor que siendo adolescente halló, como otra epifanía que decidiría su vida, en un centro comercial.
¡Quería ser García Lorca!
"A los 13 o 14 años me encontré, en un Walmart, un Romancero gitano de quince pesos y le dije a mi mama: '¿Me lo compras?'. Me acuerdo haber llegado luego a la casa, me senté en el patio, lo abrí y entonces empieza esto de 'La luna vino a la fragua/ con su polizón de nardos./ El niño la mira mira./ El niño la está mirando', y yo dije: 'No sé de qué está hablando, no sé quién es este señor pero quiero hacer algo que se parezca a esto el resto de mi vida'. ¡Fue una revelación!".
Enterarse después que Federico García Lorca era homosexual y que por ello fue fusilado, lo convirtió en un héroe para el joven Jorge, quien en lo musical también admiró a Elton John.
"Tuve esas dos como madrinas, pero yo siempre digo que Garcia Lorca es en realidad mi primer y único amor, yo soñaba con él, le escribía poemas, tenía fotos, lo llevaba en mi cartera, ¡quería ser García Lorca!".
Pero en la facultad no tomó al poeta granadino como tema de estudio porque: "Suponía moverlo de sitio, como diría Fey: 'en el altar de mi credo particular'".
Se inclinó mejor por Sor Juana y, particularmente, por El sueño, monumental silva sobre la que durante la pandemia subió a YouTube varios videos en los que contextualiza sus 975 versos, uno de los temas de sus clases en la Universidad del Claustro de Sor Juana.
El también colaborador de la Academia Mexicana de la Lengua muchas veces ha fantaseado con que está en pleno siglo XVII en el locutorio del convento de San Jerónimo –como le propuse imaginar– y puede hacerle preguntas a la Décima Musa. Serían muy puntuales sobre su obra, que lo obsesiona:
"¿En tal verso del Primero sueño escribiste científica o centrífica? ¿Cuáles son tus ideas sobre la esclavitud? (Tuvo una esclava, pero por un 'villancico de negros' parece que era antiesclavista). Nos une la egiptomanía, ¿cuántas dinastías ubicas? Sor Juana, ¿dónde está la Tierra, en la cuarta esfera del cosmos o en el centro? (Eso aclararía su cosmovisión). ¿Crees en la virgen de Guadalupe? (Tiene un sonetito pero su guadalupanismo es muy frío)".
Y luego lo amoroso: "¿Qué onda con la marquesa de Paredes?"
–¿Era lesbiana o nomás barroca?
–Es una gran pregunta. Primero que nada, en el siglo XVII nadie es lesbiana. Las identidades sexogenéricas son un constructo del siglo XX y antes no existen en el paradigma cultural de nadie, y nadie se puede asumir como lesbiana y homosexual. El deseo homoerótico se canaliza en las sociedades de formas distintas, y en el barroco es pecado nefando para la gente pobre, pero si eres noble a lo mejor es tu amistad platónica, eres el favorito del rey, de la reina, y Sor Juana era muy favorita de la señora virreina, la marquesa de Paredes, con la que no tenemos pruebas históricas para saber si hubo una relación más allá de lo amistoso. Lo que sí tenemos es una cosa importantísima: el primer gran corpus de poesía lésbica de México. Tenemos un montón de poemas de Sor Juana escritos de una voz femenina a una musa, a una amante femenina, sin ocultarse. ¡Los retratos que hace de la condesa de Paredes son tan eróticos!
Para concluir la charla totalmente ensorjuanados y pasar a una sesión de fotos que Jorge calificó, al dedicarme su poemario El otro nombre de los árboles (2018), de "leather, barroca y galáctica", le propuse un juego de preguntas de respuesta rápida inspiradas en la redondilla más famosa del ícono feminista:
Hombres necios que acusáis
¿Has tenido hombres necios? ¡Muchos!
¿De qué te han culpado? De querer más y más todo el tiempo.
¿Que te incita al mal? Creo que la comida... ¡La carne!
Confiésame una liviandad. Soy muy fetichista.
¿A qué coco le tienes miedo? Al coco de no ser yo mismo.
¿Tienes alguna presunción necia? Sí, me las doy de que tengo muy buena memoria.
¿Y algún humor raro que te empañe el espejo? No, lo que se ve es lo que hay.
¿Te quejas si te tratan mal? No, ¡que me traten como quieran!
¿Entonces eres masoquista? Sí, ¿por qué no?
¿Qué ingrato no te ha admitido? Ahí más bien creo que yo he sido el ingrato.
¿Has culpado a alguien por cruel? No.
¿A ti por fácil te han culpado? ¡Siempre!
¿Qué te templa para amar? La inteligencia.
¿Y qué vuestro gusto prefiere? Ahí diría como Sor Juana: "De entre ambos modos infeliz me veo". Porque a veces quiero inteligencia y a veces quiero salvajismo, y por eso no se me da ni una ni otra.
¿Siempre las hallas muy buenas? Pues, procuro; las procuro.
Revélame una pasión errada. ¡Ay! El alcohol, pero soy un borracho muy elegante, mi pasión son los destilados: el whisky y el mezcal.
¿Has pagado por pecar? No. Que otros paguen para que peque.
Entonces has pecado por la paga. Pues, mira: hay que sacar pa’ los chicles de algún lado (risas).
¿Nomás pa' los chicles? Es que tampoco me dedico a eso, no hay necesidad. La verdad es por puro gusto (risas).
¿Tienes culpa que te espante? No. La culpa no va conmigo, es parte de ser muy Géminis: todo se me resbala.
¿Quién te ha venido a rogar? Pues, hay varios hombres necios, pero luego intensean mucho y eso me descoloca.
¿Solo puedes ser tú el intenso o intensean en qué, se quieren casar? Sí. Y yo de: "¡Ay, espérate, espérate, nos conocimos hace tres horas!".
Finalmente dime sin arrogancia: ¿Juntas diablo, carne y mundo? Sí, de hecho aquí está Black Phillip, el diablo (levanta de la mesa un pin con la cabeza de la cabra negra así llamada en el film La bruja, de Robert Eggers); carne aquí está nomás (señala su musculado cuerpo), y mundo, pues todo. Sí, claro que soy un ser de este mundo, yo no me ando con mamadas ultra terrenas.
Entonces las mamadas son en este mundo. ¡Claro! En el otro, ¿ya pa’ qué?
¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!
Por favor usen bici, vivan orgullosamente sus pasiones aunque sean erradas y, sobre todo, usen cubrebocas y condón.
Coméntanos con libertad y RESPETO