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El 69 de los Hércules

El 69 de los Hércules

Por Antonio Bertrán

Las primeras fotos me salían movidas, no atinaba a ajustar la velocidad. Mi nerviosismo se debía a que nunca había asistido a un certamen de fisicoculturismo, y además quiso la suerte que me tocara la edición con número sugestivamente perturbador: 69º Mr. México.

Esas moles de venas saltadas por los portentosos bíceps que en la adolescencia de los 80 me cachondearon en las portadas de revistas como Muscle Power, ahora las tenía a golpe de flash. Y no dejaron de desfilar ante mis alegres ojos desde que anclé la bici frente al Pepsi Center de la Ciudad de México.

Incluso la mayoría del público asistía en camisetas o jeans ajustados luciendo una figura tonificada, no precisamente en el gimnasio de la vida –como decía Carlos Monsiváis de los chicos proletarios y trabajadores–, sino con una disciplina de ese atleta que se tatuó en el voluminoso pectoral izquierdo: "Veni, vidi, vici".    

¿Cómo abordar a estos Hércules que con una bofetada podrían tumbarme si se sentían acosados por mi indiscreta lente? El primero efectivamente me tumbó... pero los estúpidos prejuicios, porque después de posar como se lo pedí, me dijo amablemente: "Gracias, linda tarde".

¿Linda? ¡Vaya, lo tierno no quita lo mamado! ¡Qué delicadeza en esa boquita devoradora de kilos y más kilos de carbohidratos y proteína hidrolizada de suero de leche para desarrollar masa muscular!

Más que linda fue un puñetazo de adrenalina y actividad la tarde del sábado 25, y sobre todo la del domingo 26; tanto que terminé con dolor de cintura y un hambre como si hubiera hecho mil sentadillas con barra (o sobre barra).

Decidí reportear no el concurso directamente, porque me parecía lo más obvio (además la entrada a la final costaba casi $500 pesos), sino mirar lo que ocurría a su alrededor, que podría resultar más seductor fotográficamente.

Así que el primer día me aposté casi como paparazzi a la salida del centro de convenciones, y el domingo sí pagué los $50 pesos para entrar a la exposición rebosante de productos para membrudos, fuertas y aspirantes a serlo.

Amazonas y Adonis fueron siempre gentiles y en la mayoría de las veces accedieron a mis peticiones para colocarse en los contextos que me parecían significativos, y posaron para mi cámara, prácticamente sin necesidad de dirección, con la misma tensión anatómica que despliegan profesionalmente ante los jueces.

Claro que a la lente apliqué mi ojo de loca, y aunque traté de emular al querido Armando Cristeto Patiño, quien generosamente me avisó del certamen, creo que las imágenes que capté son más propias de la crónica periodística que del arte que él logró con su inspiradora serie del Apolo urbano.

¡Bienvenido a mi primera fiesta del bíceps, el trapecio y los glúteos de acero, querido lector, amable lectora! Espero que, como yo, goces con la estética de estos cuerpos rebosantes de fibra, y si es así pícale a la liga para inyectarle vigor a Nosotros los jotos invitándome un licuado vitamínico ($50), una proteína ($150) o la miembresía al gimnasio del placeeer ($1,000,000): https://bit.ly/NLJ2020 ¡Gracias!

El Carlo Magno de Nayarit, 20 años concursando en toda forma.
Celebración en el ring.
La fan, el campeón y un pequeño descalabro.
Mr. King Kong.
¡Y qué experiencia viví!
La trenza de Sansón.
¡Golpe de muerte!
Una firmita antes de concursar.
Paul Villafuerte, el perrote de las Barras Praderas en el Valle del Mamado, fue para gritar: "¡Sin miedo al éxito, muñeco!". 
¡De Tamaulipas con vigor! Hugo Vázquez obtuvo el primer lugar en la categoría hasta 178 centímetros.
Hot Dog.
Paso del gigante.
Los campeones comen dona.
Fuerte amor. Terminamos agotados pero felices (y yo además con dolor de cintura, mijitos).

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

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