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Existo porque resisto... en la tianguis

Existo porque resisto... en la tianguis

Por Antonio Bertrán

Una palomilla de muchaches lanza exclamaciones de aprobación y tronar festivo de dedos a su amix por lo lindo que se le ve un suéter rosa con bordados de ensueño alrededor del cuello. Lo encontró hace un momento entre la ropita de segunda mano colocada sobre una tela extendida en el piso, al lado de su puestecito de libros usados.

"A cincuenta pesos el que te guste", me dice el primor –o la primora– al advertir que miro los títulos que ofrece.

Los labios con los que me sonríe tienen un brillo de lápiz labial transparente, sus ojos oscuros despiden alegría bajo unas cejas finamente depiladas, y yo solo puedo estar de acuerdo en que le va de maravilla a su piel morena, de turgencia casi adolescente, ese suéter que recuerda los hilos del algodón de azúcar que se escapan volando cuando el vendedor enrolla la golosina frente a sus expectantes clientes.  

Tengo que reprimir las ganas de fotografiarlo de cuerpo entero, luciendo pierna bajo una minifalda y calzado con botas negras, porque me acaban de advertir con cierta sequedad que en la Tianguis Disidente o "Transmarikalencha" no se permite retratar a quienes ahí venden o hacen trueque. Por el momento, me quedo con su imagen radiante en la memoria.

Las fotos que tomé en unas cuatro visitas para esta crónica visual, querido lector, amable lectora, las hice con previa autorización de las personas o evitando su presencia y rostro.

También aproveché un recorrido callejero para una serie que estoy trabajando, Fetiches públicos, deseos privados, con la ayuda de mi sobri querido Rogelio Valerio, quien en traje leather hermosea nuestra portada, y posó para mi lente en algunas de las pintas.

"Existo porque resisto" y vivo como me da la gana.

Un día después de la Marcha Lencha del sábado 19 de junio de este 2021 descubrí el alucinante espacio que se apropiaron, al parecer en marzo, miembras y miembros de la comunidad LGBT+ bajo el puente de la Glorieta de Insurgentes, a dos pasos de la entrada del Metrobús de la Línea 1 en el sentido hacia el Sur de la Ciudad de México, y junto al andador que desemboca en la calle Génova y el corazón de la Zona Rosa.

Ante la crisis económica provocada por el Covid-19, sumada a la culera discriminación laboral principalmente a las poblaciones TTT, la tianguis es un ámbito no solo de supervivencia, socorrido por jóvenes, sino de resistencia ante las marginaciones del capitalismo neoliberal, según el portal Eje Central https://www.ejecentral.com.mx/en-medio-del-odio-florece-la-tianguis-disidente/

Por motivos de la pandemia y sobre todo por respeto a las lesbianas, que eran transincluyentes pero quizá no querían varones en su "Primera Marcha Lencha", preferí no acercarme con mi hegemónica gaydad.

Con mucho gusto vi en las fotografías y videos compartidos en redes sociales lo nutrida y alegre que había resultado la manifestación convocada en la Glorieta de Insurgentes, y me llamaron mucho la atención las pintas contestatarias con las que intervinieron la redonda base del espantoso monumento al Sereno.

Así que el domingo tomé la bici y fui temprano a documentarlas, como debe hacer un consumado metiche como este cronista.

Pedaleando luego bajo el puente descubrí una galería con más aguerridas pintas, salpicadas con versos homoeróticos y pegatinas o stikers típicos del arte callejero. Lucen, a veces ya encimados como palimpsesto, en las pilastras con forma de T que soportan la avenida alineadas en trío, como si se hermanaran tomándose de los brazos para fortalecerse y formar las iniciales del acrónimo elegebetero TTT: travesti, transgénero, transexual.

TTT: "Transformando el cistema heteropatriarcal"/ "Trabajo sexual es trabajo"/ "Travestis contra el capital".

Ese sábado 20 de junio no se instaló la tianguis, solo había poquitos puestos de comerciantes habituales en los espacios públicos (perfumería, nieves, artesanías indígenas).  

Con la Tianguis Transmarikalencha me topé por casualidad un mes después, durante uno de mis pedaleos recreativos. Fue el día en el que atestigüé el júbilo de ese muchache y sus amixes por el hallazgo del suéter en tonos pastel.

También vi cómo la colectiva defiende su espacio seguro, sin concesiones: a un señorcito que muy quitado de la pena grababa el movimiento del lugar y, advertido de que no lo podía hacer se puso a discutir, un grupo de chávix le quitó el celular para borrarle los videos.

"¡No estoy negociando contigo, no puedes tomar fotos y punto!", le gritó una de las tinaguistas más aguerridas, la misma mujer esbelta que media hora después sacó a chanclazos en la cabeza a otro onvre que se le quería poner igual de estúpido.

Por razones más obvias que yo no la fotografié expulsando de la Tianguis Disidente a los transgresores ("No heteros", advierte una pinta, sin duda refiriéndose a esas actitudes de superioridad machista).

"¡El pendejo me estaba discutiendo, como si yo fuera su chingada madre!", comentaba con sus compañerix, superado airosamente el percance, y rolaba un cigarrito de fragante mariguana. Yo pasé junto al grupo y le sonreí a la guerrera por debajo del cubrebocas, pero esquivó mi mirada.

La situación me tensó un poco y estaba a punto de caer en el típico pensamiento doblemente represor de: "Repudian a los machines –'fifa que veo, fifa que pateo'– y desprecian a la ojeta tira –'Yo abortaría por si se hace policía'–, pero se conducen igual que ellos".

Muy pronto refrené estas ideas nada fraternales con quienes han sufrido verdadera represión y violencia, y no tienen por qué seguir haciendo concesiones al "cistema patriarcal". Luego me descalcé mis taconazos de altura moral para seguir recorriendo los puestos tranquila y libremente.

Pedí permiso para retratar de espaldas a una amable tarotista mientras acomodaba su baraja; en el puesto de libros de una chica muy joven busqué, sin éxito, Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote, y terminé comprando en $60 pesos Sensatez y sentimientos, de Jane Austen. Me sonaba que ya lo tenía, pero quizá me lo llevé sin dudar porque el título era un recordatorio de conducta solidaria.

Y tuve la gran alegría de encontrarme a mi amix Pabla Trensardina, poeta no binarie a quien había escuchado hacía un par de años en un recital, con personas de similar expresión de género, en el Museo Universitario del Chopo.

Entre "estikers grabados" de su autoría, Pabla ofrecía en $20 pesos una de sus creaciones, Amorgeddón (Poemo Apocalíptico de Amor). Estaba ilustrada por su mano (o mana), así que entusiasmado la adquirí y pedí que la dedicara, en ese que era su primer día en la tianguis:

"A Antonio, estando muy contentx de hacer mi primera venta. Con amors, Pabla, 24 de julio de 2021".

Luego me dejó hacerle una fotito del recuerdo, que le envié por WhatsApp.

Escritos en dos pilastras hallé sendos poemas que tenían la misma fuente: literaturahomoeroticalatina.blogspot.com. Aquí el titulado Orgía de mediodía, que al calce advierte: "Memoria de los jóvenes porno", y fue escrito arriba de un rojo corazón:

El cuarto oscuro bajo la luz roja, se colma

de cuerpos y aloja

Con placeres los deseos que a nuestros

participantes antoja.

Se muestran contentos y extasiados

dándose de besos

Compartiendo entre la multitud

los mismos excesos,

tocándose sus cuerpos desnudos,

diversos entre ellos

y que al mismo tiempo

se hacían uno entre caballeros.

La reunión de los excesos que bautizaron

como orgía, se extiende cual huracán

de gemidos que denotan la melodía.

En las consignas de este espacio de orgullo y resistencia "trans-marika-lencha", por supuesto que está presente el repudio a las agresiones misóginas y homofóbicas, como los feminicidios y transfeminicidios:    

Y también hay algunas pintas con cierto sentido del humor, tan necesario en todas las reivindicaciones sociales, y al que yo me permito agregar una composición fotográfica en homenaje a las amixes que gustan tortear la masa o echarse el tlacoyo:

Julia con su requinto es la indiscutible estrella de la tianguis por su ejemplo de alegre disidencia y resistencia transgénero. La tarde del jueves 19 pasé por el bajo puente de camino a la librería Somos Voces, de la calle de Niza, y la encontré tocando Funkytown, de la banda ochentera Lipps Inc. Nos saludamos porque hemos coincidido en otros espacios alternativos, y muy linda posó para mi cámara.

La acompañaba la cantante y guitarrista Diva Kim Era Lara, además de una bailarina espontánea que quiso compartir la escena musical, y entre giro y giro tomaba sorbitos de una botella de licor de caña Tonayán.

Fui a Somos Voces para unirme a las celebraciones por sus 12 años; también es  un particularísimo espacio de cultura y resistencia LGBT+, fundado por las queridas hermanas Bertha y Nancy de la Maza, y actualmente dirigido por Alberto Robles con la colaboración de los buenos amixes Kaleb Ávila, Maai Ortíz, Alejandro González y Luis Velázquez.

Yo participé con mi colega Sergio Rodríguez Blanco en una mesa sobre crónica queer. La coordinaba el entrañable Ernesto Reséndiz Oikión, erudito en nuestra literatura elegebetera, quien entre otras cuestiones nos preguntó dónde encontramos los temas para escribir nuestros textos.

Pues, nos asaltan en la calle si llevamos bien abierto el ojo de loca reportera, como espero que aquí haya quedado bien ilustrado.

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

A ver si un fin de semana nos "topamos" –como dicen los jóvenes– en la Tianguis Transmarikalencha, porque con esta falta de trabajo remunerado –Nosotros los jotos es por puro amor a la arte– ya estoy mirando mis libreros y ropero con ganas de espulgarlos.

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