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Un Novo caricaturesco

Un Novo caricaturesco

Por Antonio Bertrán

Pay de limón. El postre –que es de mis favoritos– era una de las delicias del Refectorio, el restaurante del Teatro de la Capilla. Un remate ideal para la comida que principiaba con "la bondad" de la soupe à l'oignon –"gratinadísima"–, y podía tener como platillo principal pollo parissien, con champiñones y salsa al cognac; Chateaubriand para dos, "con todas las de la ley en salsa bearnesa"; coq au vin los días de estreno, o el que se convirtió en el plato insignia: filete a la pimienta, "una de las mayores delicias que pueden masticarse entre lágrimas".

Un festín por entre $30 y $50 pesos de 1953, cuyo condimento principal era el que añadía contoneándose por las mesas el propietario: Salvador Novo. El poeta y dramaturgo recibía y charlaba con las personalidades de la empresa, la política y la cultura que lo honraban con su amistad, y cuya visita como espectadores y comensales refería luego con mucha salsa de indiscreción en su crónica semanal de la revista Mañana, publicada desde 1950 con el título Cartas viejas y nuevas.

"Me mandaron buscar apresuradamente a decirme que me llamaba la señora Ruiz Cortines", refirió el cronista en su entrega del 22 de agosto de 1953.

"Salí cuando bajaba de su coche con una guapa señora joven y se dirigieron a la taquilla. Fue inútil que yo insistiera en que no pagaran los boletos. Dijo que era orden expresa del señor presidente que los pagara siempre en todos los teatros, y donde manda capitán, no gobierna empresario. '¿Pero sí puedo invitarla a cenar?', pregunté. 'Eso sí –respondió–. Precisamente vine temprano para cenar antes de la función'".

Silvio Huerta Solano, el joven cocinero del Refectorio, ese día había ido por mariscos y pescado al lejano mercado de San Juan, en el centro de la Ciudad de México. Sí, lejano porque en ese entonces la ubicación del Teatro de la Capilla era una excentricidad, estaba  en las afueras de la urbe, en Madrid 13, donde hasta la fecha opera con el mismo nombre.

Esta calle de la colonia El Carmen, Coyoacán, se pavimentó a partir de que el regente capitalino, Ernesto P. Uruchurtu, fue a una función de la obra inaugural, El presidente hereda (como tradujeron Vita mea, del italiano Cesare Giulio Viola), y vio la polvareda que levantaban los carrazos de banqueros y secretarios de estado que hasta allá hacían la travesía atraídos por la fama de Novo.

Ese influencer de aquella época relató con pelos y señales, como hacía semana a semana con todo lo ocurrido en su vida pública y no tanto (como sus finanzas y problemas domésticos), la amabilidad y deferencia pavimentadora del regente, "el hombre cuya dureza pregonan".

Lo mismo haría en su momento con lo que cenó la esposa del presidente Ruiz Cortines antes de ver Lázaro, de André Obey, la segunda puesta del teatro que, gracias al apoyo de medio centenar de mecenas como el propio jefe de la nación, había sido inaugurado el 22 de enero de ese 1953.

"Doña María le daba sus instrucciones al mesero, pero yo preferí que Silvio mismo viniera a recibirlas, y apareció todo emocionado, con su gran gorro: un filete de pescado a la parrilla, sin nada de grasa, nada más con sal, unas papas cocidas, un poco de ensalada. Y café muy ligero y muy caliente. Y como postre, dos claras batidas a punto de turrón, con azúcar, pero sin nada de limón".

¿Así o más 4T austera la dieta de esta primera dama de los tiempos del mero priísmo derrochador?

No te pareces tanto a mí

Una pregunta que quizá tú te estés haciendo, querido lector, amable lectora, es por qué te hablo otra vez de Salvador Novo. No solo vuelvo al matriarca de Nosotros los jotos porque la entrega sobre sus novios (El pelotón de Nalgador, 4 de agosto) fue la más favorecida del mes según las estadísticas que permite este lindo sitio virtual, con 2,191 visitas. Y sí fue leída porque el promedio de estancia en la historia es de 5.26 minutos.

Principalmente recurro de nuevo a don Salvador porque tuve un gozoso encuentro con él en mi primera salida del encierro pandémico, después de cinco meses y tras darme cuenta de que ya estaba viviendo autosecuestrado.

El 2 de septiembre reabrió sus puertas el Museo del Estanquillo con No te pareces tanto a mí, una selección de los retratos caricaturescos atesorados en la riquísima colección de Carlos Monsiváis. Ese miércoles, temprano pedaleé en mi bici hasta 16 de Septiembre, donde la dejé bien anclada. Caminé una cuadra y al llegar a las puertas del museo sobre Isabel la Católica fue Salvador Novo, con unos ojos pizpiretos y la boquita como soltando una divertida confidencia, quien me dio la bienvenida.

El Chango García Cabral cenó en el Refectorio una noche de febrero de 1954 y sin duda vio así a Novo, departiendo con uno de los comensales. Los anillos aparatosos eran un rasgo de su estrafalaria personalidad. Colección Carlos Monsiváis, Museo del Estanquillo, como todas las imágenes.

Esta caricatura que le hizo el genial Ernesto, el Chango, García Cabral en la barra con un señorón de los que recibía en La Capilla, lucía agigantada en un muro de la recepción. A un ladito, impreso en una lona, estaba Monsi también lindamente caricaturizado.

"¡Gelou, comadres, qué gusto me da volverlas a ver!", pensé entrando. Un policía me ofreció gel antibicho y me tomó la temperatura (que el ardor de volver a un museo afortunadamente no me había elevado). Por protocolo sanitario no había servicio de paquetería, pero la amable señorita que comúnmente lo brinda estaba en su puesto y  me mandó al cuarto piso por el elevador.

Al abrirse las puertas me encontré de frente con el querido Henoc de Santiago, director del recinto, quien pronunció un caluroso "¡Bienvenido!" y, a pesar del cubrebocas, pude adivinar por la expresión de sus ojos que sonreía.

"No hay lugar más seguro que un museo", respondió Henoc cuando le dije que mi mayor anhelo durante la cuarentena había sido volver a visitar uno. "Porque a los museos no viene mucha gente y no puedes tocar nada".

A las 10:30 de esa despejada mañana fui el visitante número dos, según el custodio que siguió mi recorrido con Susana Distancia, protegido tras un buen cubrebocas y una careta.

La curaduría que hizo de sus colegas Rafael Barajas, El Fisgón, empieza con las litografías que publicaron en los diarios satíricos del siglo XIX los grandes precursores nacionales: Constantino Escalante, Santiago Hernández, José María Villasana y Jesús T. Alamilla.

"Se esmeraron en hacer retratos cuidadosos que respetaban la dignidad de sus víctimas", advierte el también ilustrador en una de las citas destacadas por la museografía.

Como era frecuente en el siglo XIX y principios del XX, Clemente Islas Allende recurrió al travestismo para ridiculizar a Venustiano Carranza, jefe del Ejército Constitucionalista, que con un desplante se niega a bailar con el general Felipe Ángeles.

Pues, hasta cierto punto la respetaban porque, como había previsto, ojo de loca no se equivoca y Monsi eligió piezas significativas que documentan cómo los caricaturistas recurría al travestismo para ridiculizar a los políticos, afeminándolos.

"Sí, lo hacían con una fea intención, para maltratarlos", corroboró por teléfono El Fisgón.

Una pieza excepcional, fechada en 1914, muestra a Venustiano Carranza como manola, con zapatillas, mucho vuelo de falda y mantón, haciendo un desplante para rechazar la invitación a bailar de un Felipe Ángeles que en lugar del traje de general (villista) lleva el de chulo, me explicó el curador.

En ese año, del 10 de octubre al 9 de noviembre, se realizó la Convención de Aguascalientes, que buscaba conciliar a las diferentes facciones revolucionarias. Sin embargo, carrancistas y villistas salieron no precisamente bailando armoniosamente, sino distanciados.

Barajas aclaró que la caricatura se publicó en el semanario Multicolor, cuyo último número corresponde al 30 de julio de 1914. "Así que no tiene que ver con la Convención, más bien debe referirse a alguna negativa que le dio Carranza a Ángeles".

La selección más amplia y gozosa de la exposición es la dedicada a la caricatura celebratoria, esa que capta los rasgos esenciales de personalidades del deporte, los espectáculos o el arte para hacerles un homenaje. Ahí está el referido retrato de Novo, que trazó con tinta china y gouache el Chango García Cabral hacia 1950, según su ficha.

La pieza me llevó a buscar referencias sobre el caricaturista y la empresa teatral de Novo en La vida en México en le periodo presidencial de Adolfo Ruiz Cortines (CNCA, 1996), que compendia sus columnas publicadas en Mañana durante los años 1950.

Varios artistas, como José Luis Cuevas, Vicente Rojo, García Cabral, Trino y hasta Carlos Fuentes, hicieron caricaturas de Monsi.

El 25 de diciembre de 1954, el cronista contó a sus lectores que la semana pasada había participado en el programa de televisión Duelo de Dibujantes, que conducían Lou Riley y Agustín Barrios Gómez con los caricaturistas García Cabral, Ernesto Guasp, Rafael Freyre y Alberto Isaac (más recordado como cineasta).

"El público manda refranes o nombres de libros o de películas; los dibujantes los interpretan plásticamente, y ellos mismos (y a partir del programa en que tomé parte, también el invitado en turno) adivinan de qué se trata. Mientras tanto, anuncian los cigarros Raleigh", explicó Novo, quien también había hecho publicidad en la agencia de su amigo Augusto Elías.

¿Habrá sido en ese programa cuando el Chango lo retrató tan dicharachero? O quizá fue en febrero de ese mismo año, cuando refirió que, invitados por Barrios Gómez, los dibujantes habían cenado por primera vez en el Refectorio.

No te pareces tanto a mí exhibe otras tres caricaturas de Novo: dos realizada por Rogelio Naranjo entre 1975 y 1980, cuando el escritor ya no vivía, y otra de época firmada por el mencionado Freyre. En esta aparece entre cuatro personajes más como la actriz Isabela Corona, pero el detalle significativo es que tiene muy cerquita una copa de su bebida favorita: el martini "bien seco", como a mí me también me gusta, con la que el empresario teatral agasajaba a sus amistades en el Refectorio de La Capilla.

María Félix, Cantinflas, Jesús Reyes Ferreira, Ramón López Velarde y el propio Monsiváis, entre más de 200 famosos y algunas personajes anónimos, aparecen caricaturizados en esta exposición, que sentí sabrosamente compactita (sin albur). Visítala con tu cubrebocas, de miércoles a lunes, entre las 10:00 y las 17:00 horas. Estará esperándote hasta el 31 de enero de 2021.

Al mejor estilo del chismoso Salvador Novo te cuento que, a un mes del atrevimiento de pedirte que apoyaras este sitio invitándome un café ($50), un martini ($100) o a gozar toda una noche loooca ($1,000,000...), Nosotros los jotos ha recibido donativos por $5,950 pesos.

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¡Jostísimas gracias y hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

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