Con su nombre en redes sociales nos advierte: yo no soy artista. ¿Qué es, entonces, Eusebio Penha, creador de poderosas fotografías homoeróticas recientemente censuradas en Instagram?
"Oficialmente soy biólogo", responde y agrega otro blasón académico de su alma mater, la UAM Xochimilco: "Acabo de terminar la maestría en sociedades sustentables, que es básicamente una maestría en ciencia social con enfoque ambiental multidisciplinario".
Y también es oaxaqueño, hijo y nieto de campesinos oriundos de una comunidad rural en la zona norte del Istmo de Tehuantepec, que pertenece a Juchitán: Lagunas, municipio Barrio de la Soledad.
Ahí nació hace 30 años, el 13 de febrero de 1991. Ahí lo primero que le enseñaron fue a labrar la tierra. "Desde muy chiquito iba yo en la carreta de mi abuelo, con su yunta, íbamos a sembrar, a desmontar".
De esa manera se programó su vocación de biólogo, inculcada por el abuelo Marcelino al enseñarle el nombre de las plantas, sobre todo de las plantas medicinales.
"Además, a la casa de mis papás le dicen La Selva, es una casa con mucha vegetación y siempre fui yo muy curioso de los bichitos, y recuerdo que de las pocas navidades que tuvimos, porque no era una tradición tener navidad, una vez me regalaron un microscopio. De ahí me nació la curiosidad y sin yo darme cuenta me fui creando esta identidad muy apegada a la naturaleza, y acabé siendo biólogo".
Qué determinó su otra identidad de fotógrafo, Eusebio no lo tiene tan claro. Por lo que me cuenta tal parece que fue el azar, el "sin querer queriendo", con el empujoncito siempre pertinente de la diosa Fortuna, quien igualmente trazó una línea hasta lograr que su trabajo "se volviera erótico". Y, como veremos, mantenga vasos comunicantes con –valga la redundancia– el campo biológico.
Cuando a sus 12 años llegó la televisión y el sistema de cable a la casa familiar, quien es el hermano mayor de tres –"uno, una y yo"– veía los programas de Animal Planet y Nat Geo, y decía: "Ay, yo quiero hacer eso".
Tal "cosquillita" se le olvidó hasta que estaba en la universidad y pensó en retomarla ante la necesidad de hacer fotografías de registro en campo para su tesis de licenciatura, sobre evaluación de restauración ambiental en la montaña de Guerrero.
"Me voy a meter a estudiar formalmente fotografía", se dijo Eusebio entonces, y hoy ríe reconociendo: "Y nunca hice fotos de naturaleza".
En la Academia de Artes Visuales, estudiando fotografía digital y arte contemporáneo, surgió "medio como chiste" su rúbrica de yonosoyartista:
"Todos venían de una formación ya sea de las artes visuales, la historia del arte o la comunicación y el diseño, y pues yo estudiaba ciencias, así que al principio fue como este mote de siempre aclararles: 'Híjole, yo estoy aquí, en este mundo raro, pero realmente yo no soy artista ni me voy a dedicar al arte'".
Su maestra de foto documental, Yvonne Venegas –"la hermana de Julieta", la música– fue quien lo empujó, "casi a la fuerza", a hacer retrato. Eusebio recuerda que le insistía: "Tienes que probar, tienes que probar".
¿Te vio cualidades?
Tenía curiosidad de ver qué más había atrás de mí. Para esto, yo ya había tomado una materia que se llamaba foto personal y había fotografiado el camino verde [de Ciudad Universitaria, un área de encuentros sexuales al amparo de la maleza crecida], pero de día, a las siete de la mañana, como una cosa medio de arqueología, con todos los vestigios que había ahí [como condones usados y sus empaques]. Esas fotos yo se las enseñé a Yvonne, y me decía: "Es que yo quiero ver qué más hay, qué hay detrás, y quiero ver quiénes son las personas que interactúan”. Y yo me negaba mucho, la verdad es que me fastidiaba trabajar con personas, me daba entre pavor y algún repele. Decía: “No, yo estoy acostumbrado a trabajar en la naturaleza sin seres humanos”. Me atreví, hice estos primeros retratos que eran súper abstractos, unos acercamientos al cuerpo humano en blanco y negro. Entonces Yvonne me seguía diciendo que quería ver más y más. El curso fue muy breve y yo me fui, digamos, a seguirla, me cambié de escuela [el Gimnasio de Arte y Cultura] y me fui a estudiar documental un año [nueva fotografía documental]. Para entrar a ese programa tenía que plantear un proyecto, y ahí empezó la idea de hacer retratos, por primera vez. Y el brinco, siento yo, a algo más artístico. Ahí la idea de 'yo no soy artista' pasó a ser un statement político, y decir: "Sí hago esto, y sí está en la línea entre lo artístico y lo pornográfico, y realmente no me interesa esclarecer dónde empieza uno y dónde empieza lo otro". También era una idea de que yo hago esto porque me gusta, porque me nace, porque tengo cosas que decir y no necesariamente por entrar a un sistema de producción del arte. No tengo esta prisa que tienen otros compañeros por producir, producir, producir y ganar becas y concursos.
Y vivir del arte.
Y vivir del arte, aunque la foto sí me ha permitido vivir de ello un rato, pero es como un statement político porque no me interesa decir que mi trabajo es artístico, que es autoral, aunque estoy involucrado en procesos del arte y uso herramientas y lenguajes del arte para producirlo, pero intento que no esté necesariamente dentro de este mercado. Nunca he participado, por ejemplo, en concursos o en cosas así. Trato de evitarlo por desconfiar de mí y porque siento que primero necesito afianzar mis lenguajes y contar las historias que quiero contar. De ahí viene la idea del yonosoyartista.
Empecé a retratar mi clóset
El proyecto de retrato que Eusebio planteó en 2012 para el curso sobre documental consistía en retratar hombres en su vida cotidiana.
"Honestamente eran fotos muy sosas, eran fotos de ellos lavándose los dientes", recuerda. "Mi intención nunca fue hacer desnudo".
Ello lo determinó el azar o la fortuna de que fuera miembro de un grupo de poliamor y también nudista el primer chico que, después de haber recibido incontables negativas de otros hombres durante seis meses, le dijo a Eusebio que sí posaría para su cámara. Se llamaba Julio y lo conoció vía Facebook.
"Entonces ya fui a su casa, resulta que era casi mi vecino en el Norte de la ciudad, por Metro Normal. Le hice las fotos, me contó sobre su grupo, luego fuimos a comer con otros chicos también de su agrupación de poliamor y me platicaron cómo estaba la onda.
"Al final no hice nada sobre el poliamor, pero él fue la primera persona que me dejó retratarlo y me recomendó con otras personas que también eran nudistas, y casualmente este hecho marcó la línea de que yo empezara a hacer desnudo porque llamó la atención de ciertos usuarios en esta plataforma [de ligue gay] que se llamaba Man Hunt, que me decían: 'Bueno, te dejo retratarme, pero hazme fotos más explícitas para mi perfil'”.
Desafortunadamente estos primeros retratos se perdieron al dañarse el disco duro donde los almacenaba, aclara Eusebio al pedírselos para publicarlos aquí.
Hace más de dos años que le dije a Eusebio que quería entrevistarlo porque su trabajo homoerótico, que alterna modelos "de cuerpo natural" en escenarios de feraz naturaleza, urbanos e íntimos como moteles, me parece bellamente honesto, capaz de seducir al espectador y hacerlo fantasear (o yo ya estoy muy enferma de mi cabecita loca).
A raíz de que Instagram le censuró su cuenta ¡por séptima ocasión!, lo contacto para hacer una cita y finalmente bombardearlo con mis preguntas indiscretas. Nos encontramos en el Parque Luis G. Urbina, mejor conocido como Parque Hundido.
Es miércoles 21, son las 11 de la mañana y a pesar de que estamos al aire libre y sentados con cierta distancia en una mesa, Eusebio prefiere no quitarse el blanquísimo cubrebocas N95, que se acomoda constantemente dejándome ver sus uñas bien recortadas y pintadas de un verde tornasolado.
"Tengo problemas en los pulmones y prefiero cuidarme", me explica. Lo comprendo y también me dejo la mascarilla, porque es evidente que además tiene una de las comorbilidades asociadas al Covid-19: es gordo.
Así con todas sus letras y sin eufemismos prefiere Eusebio que se designe a un cuerpo como el suyo. Precisamente su obra es portentosa porque sorprende al no solo retrata cuerpos esbeltos, musculados, jóvenes y dotados con grandes herramientas para el lance sexual. Incluso en esos casos de anatomías hegemónicas, primero los chicos han tenido que autoaceptar algún aspecto de su cuerpo para poder desnudarse ante la lente de Eusebio.
"Sí, mi cuerpo es un cuerpo gordo y eso no me hace un cuerpo menos real, o un cuerpo más diverso que un cuerpo delgado, todos somos cuerpos diversos. Usan mucho esta categoría de cuerpos reales o cuerpos naturales, pero cuerpos naturales son todos, puedes ser un físicoculturista y eso es un cuerpo real; que sea un cuerpo hegemónico eso es otra cosa. Estas categorías me causan cierto tema porque siento que nos invisibilizan", reflexiona.
"Si me construyes desde la otredad, por supuesto que soy el diverso, el otro, el ajeno y en ese sentido sí podríamos hablar de cuerpos hegemónicos y no hegemónicos, es una categoría que me podría gustar más porque habla de un planteamiento político de quiénes son aceptados estéticamente y de quiénes no lo somos".
De ahí que la única condición para que el artista que dice no ser artista acepte fotografiar a una persona es: "que esa persona quiera que yo la retrate".
Eusebio honra a Nosotros los jotos no solo al acceder a mi petición de permitirnos publicar un par de obras inéditas con un cariño desbordado por el que me envía 12 –de las que seleccioné nueve– y un autorretrato también hecho ex profeso, sino saliendo por primera vez en más de un año de cuarentena para hacer esta larga y gruesa entrevista que te invitamos a seguir gozando, querido lector, amable lectora.
¿Cómo descubriste que te atraían los cuerpos masculinos que luego fotografiaste?
Fue medio complicado porque uno tiene estas confusiones y no sabe cómo configurar su identidad, y luego viviendo en provincia, en una comunidad bastante conservadora, porque a pesar de que tenemos muy cerca Juchitán donde está toda esa revolución muxe, en donde yo vivo es una comunidad muy conservadora, muy estricta, muy apegada a sus tradiciones. Esos temas no se hablan. Recuerdo que siempre me sentí diferente en términos de los otros, que siempre había esta pequeña fijación, esta necesidad en mí por observar a los hombres, a los chicos, más que por el deseo erótico o sexual.
¿Podían ser tíos, vecinos, amigos?
Ajá, de repente amigos. Yo salía en bicicleta y es común allá que jueguen béisbol o fútbol en dos, digamos, deportivos cerca de mi casa. Y me gustaba observar estas masculinidades que me resultaban un tanto ajenas porque yo no me sentía atraído por los deportes. Y en la preparatoria fue un tema de confusión porque me sentía atraído por ambos géneros, tanto por chicas como por chicos. Yo no entendía qué me estaba pasando, y tenía toda esta carga religiosa, conservadora, de que uno siempre se tenía que callar las cosas.
¿Culpa también?
Sí, mucho sobre la culpa, que ha devenido en todo mi trabajo. Fueron estos tres años de la prepa estar en un clóset raro, donde yo mismo me encerré porque me resultaba muy difícil establecer qué era yo. Ni me gustaban cien por ciento los hombres ni cien por ciento las mujeres, entonces era muy difícil decir: "Soy esto".
¿Te podías enamorar de uno y otro sexo?
Sí. Tuve una novia, aunque nunca tuve sexo con nadie, y estuve profundamente enamorado de ella. Al final no funcionó, luego se hizo novia de mi mejor amigo, y después ya nos perdonamos y todo. Y luego llegué a la universidad [UAM-Xochimilco] y tenía esta carga, pero la Ciudad de México es como un monstruo y de repente todo lo que no has visto en tu vida lo ves en la ciudad. Llegué a una ciudad que ya conocía desde niño, pero nunca la había vivido solo y donde no tenía familia ni amigos, no conocía a nadie. Poco a poco me fui yo inventando y construyendo esta otra vida. Y de repente llega la foto y luego este programa documental y empecé a retratar el clóset en el que vivía, sin quererlo, sin buscarlo, sin aceptarlo mucho tiempo hasta que Patricia Mendoza, que fue la fundadora del Centro de la Imagen, en una revisión me hizo ver que eso era lo que yo estaba haciendo, que estaba retratando esta dualidad del mundo en el que yo había crecido con esta nueva vida en la ciudad, y que eso era, al final del día, también un reflejo de mi propia construcción sexual. Así fue el camino, medio raro, medio callándome las cosas, medio no pudiendo experimentar hasta que llego a la ciudad.
¿Y finalmente la fotografía es la que te permite adoptar esta identidad, ya te identificas como gay?
Pues, no me identifico todavía como nada. Entendí que la sexualidad es fluida. ¿Cómo definen en términos sociales lo fluido si todo el tiempo está cambiando? Prefiero no identificarme como una cosa o como la otra, en efecto.
Sino que vives el género fluido.
No el género, sino la sexualidad. En el género me asumo como hombre, pero mis prácticas sexuales pueden ser muy extensas y dependen de muchas cosas: de mi estado de ánimo, de qué tan caluroso esté el día, de qué tanto frío hace, de la experiencia que haya tenido. Ciertamente me relaciono mucho más con hombres, digamos que con el tiempo se ha vuelto más cómodo encontrar un lenguaje común, pero eso no significa que no sienta atracción por otras identidades, ya ni siquiera hablo de género. No me cierro a esas experiencias y he tenido algunas, pero por cuestiones del lenguaje y de experiencias comunes tengo más afinidad por la vida de ciertos hombres. Eso y que la mayor parte de mi trabajo va sobre el clóset, que es como este clóset que tenía Juan Gabriel, que es un clóset de cristal.
O Carlos Monsiváis.
Ajá, que todo mundo sabe o pretende entender lo que eres, pero tú nunca lo enuncias. Y yo lo tengo muy enunciado porque todo mi trabajo va sobre eso. Por eso digo que es un clóset de cristal porque es un trabajo sobre el clóset pero está publicado en un sitio web (https://eusebiopenha.com/) y medio mundo lo ha visto.
Pero tienes un novio, quien te ayudó a hacer tu sitio web.
Sí, tengo una relación desde hace casi dos años [con Enrique, un diseñador gráfico de 36 años], que ha sido medio rara porque yo me negué muchísimo. Aprendí a disfrutar estar solo, a hacer mis cosas, fue un proceso bastante largo de conocerlo, dos años, yo soy súper lento para esas cosas, a mí me gusta tomarme todo el tiempo del mundo. Y ya después de que todos me dijeron: “Ah, dale la oportunidad”, dije: “Bueno, vamos a intentarlo”. Es mi segunda relación.
¿Es de aquí, de la Ciudad de México?
Es del Sureste del país, se mudó a vivir a la ciudad y ya fue más fácil. Empezamos a salir como amigos, fue un proceso largo pero luego con la pandemia se aceleró porque dije: "Yo no voy a salir y no voy a ver a nadie porque tengo problemas en los pulmones y prefiero cuidarme". Y ya lo invité a quedarse un rato en mi casa, luego yo me iba a la suya y hace poquito empezamos a vivir juntos. Nos dimos cuenta que él era muy respetuoso de mi espacio, yo del suyo, y que teníamos ideas que podíamos construir en común. Hasta ahorita va bastante bien.
En tu sitio hay una serie con flores y, ya iremos a eso, también manejas escenarios naturales en tus retratos, pero ¿hay vasos comunicantes entre la biología y tu trabajo fotográfico?
Sí, todo. Al principio yo decía: “¿Qué voy hacer si me dedico a cosas tan diferentes y cómo las voy a unir?”. Y la verdad es que se ha dado de forma muy natural. Por ejemplo, mi tesis de licenciatura fue de foto, trabajé temas de botánica en la montaña de Guerrero, una de las zonas más pobres del país, más devastadas por la violencia, por el narco, justo me tocó el momento de los 43 [normalistas de Ayotzinapa asesinados], y tuve que suspender mi tesis. Lo que hacía era un trabajo de evaluación de restauración ambiental, me iba al campo, a ciertas parcelas y documentaba fotografiando todas las plantas que había, todas las estructuras botánicas. La intención es que fuera un libro, al final quedó como una tesis.
Eras un Humboldt con cámara.
Básicamente. Era mi trabajo documentar las plantas y luego enseñárselas a los dueños de las parcelas y establecer cuestiones más sociales.
¿Le metiste un poco de estética, de arte, de encuadre al trabajo o nada más era un registro?
Aunque no quiera, uno está educado y deformado para hacer ciertas imágenes más estéticas, entonces sí había un trabajo, digamos, visual ahí, pero siempre centrándome en la importancia de la estructura botánica. Esa fue la primera vez que yo me di cuenta que podía mezclar ambas profesiones. Y luego en mi discurso fotográfico empecé hacer estas asociaciones entre la naturaleza y la sexualidad, por ejemplo hay una foto donde, me parece, es muy claro: es una foto roja de un hongo, y hay unas moscas. Para mí es una foto bastante trabajable en el discurso de lo que para muchos significa la sexualidad homosexual, el sexo homosexual. Empecé hacer estos diálogos entre las imágenes de los chicos y las imágenes de la naturaleza porque, ya sea a través de la paleta de color o la textura, había cosas que hablaban sobre lo otro. Eso también habla de la propia dualidad en al que yo vivo, que ni es tan dualidad, porque soy biólogo y soy fotógrafo y no es algo que pueda separar, que en la mañana soy biólogo y en la tarde soy fotógrafo. Y eso mismo se refleja en mi proceso de trabajo, hay una constante de hablar sí de la naturaleza pero también de mi propia naturaleza a través de las imágenes.
Tus escenarios fotográficos son tanto el medio campestre, el citadino con estas azoteas donde se distinguen claramente los rascacielos de la Ciudad de México, o unos muy íntimos: cuartos de hotel o de motel. ¿En cuál te sientes más cómodo disparando la cámara?
Aunque no lo parezca, muchas de las fotos en la naturaleza, por no decir todas, son en la Ciudad de México. Uno pensaría que este entorno natural es ajeno a lo urbano, pero está inmerso aquí mismo. Prácticamente todo mi trabajo se desarrolla en la Ciudad de México, aun cuando veas mucha naturaleza sigue siendo la Ciudad de México. He desarrollado este ojo para encontrar estos espacios o para abstraerlos y volverlos así. Está desde el Bosque de Tlalpan, Ciudad Universitaria, los Dinamos, el Ajusco, y otros espacios más al Sur, en Cuemanco. Me gusta mucho buscar estos espacios que parecería que nos son ajenos pero que están ahí, ocultos a la vista pero siempre ahí y que también forman parte del lenguaje de la ciudad. Puede no ser tan obvio para los demás, pero para mí sí que esta vegetación solo podría yo encontrar aquí. Hay un diálogo de esas imágenes con la ciudad que se va construyendo en cómo edito las imágenes. Hay otras de naturaleza que he hecho en el Istmo o en Querétaro y por otros lados, pero en general yo creo que el 80 por ciento de mi trabajo se desarrolla aquí. Esta idea de poner en la misma mesa espacios íntimos y exteriores y la naturaleza ha sido un trabajo de años de aprender a editar, a construir y un lenguaje que vaya comunicando estas imágenes que parecerían distantes pero que a través de un discurso se pueden entrelazar con la paleta, el personaje, la textura, la iluminación o simplemente porque comparten un discurso común.
Una curiosidad técnica: creo que usas luz natural o la luz que hay en el cuarto, en el ambiente.
Uso una combinación de luz natural y luz de flash. El flash está muy presente en la mayoría de las imágenes de mi trabajo un poco porque, a diferencia de otros fotógrafos que usan el flash para separarse de la imagen, a mí me gusta usarlo para recalcar que yo soy parte de la imagen, que estoy, que hay alguien observando, interviniendo el cuerpo, el paisaje, lo que quieras. Eso es un poco el trabajo técnico que hago y siempre trato de mezclar luz natural con luz artificial. Tengo horas muy especificas para trabajar, con eso soy muy estricto.
Por ejemplo.
Trabajo entre las ocho y las 10:30 de la mañana o entre las cuatro y las 5:30 de la tarde, por la cuestión de la luz, me gusta esta luz amarillita, cálida, que solo la encuentro en esas horas. Muchos modelos me han odiado porque los he citado a las ocho de la mañana en el Sur de la ciudad, pero hacen el esfuerzo por llegar y se los agradezco enormemente porque además en las mañanas hace un frío horrendo aquí en la ciudad. Sí soy muy metódico en cómo me gusta trabajar, y no lo hago cuando hay lluvia. En los moteles es más complicado, porque hay unos donde casi no entra la luz y subo más la luz del flash, como que le he encontrado más o menos cómo hacerlo.
Solo una chava retratada
¿De alguna forma ves y seleccionas a quién retratar?
Ya no trabajo así. Cuando empecé yo escogía a quién retratar, tocaba puertas y puertas. Con Instagram lo que ha pasado es que ahora los chicos me digan: “Oye, ¿me puedes retratar? Porque me gusta tu trabajo, me siento cómodo”. Y el tipo de persona que me buscan no entran en este canon de belleza, que sean muy mamados, que tengan ciertas medidas, que sean blancos, generalmente me buscan chicos que necesitan hacer el ejercicio de desnudarse, de ponerse frente a una cámara y que les aterra ponerse frente a una cámara. Sobre todo que necesitan sentirse cómodos, entonces muchos de los chicos que me buscan dicen: “Es que he visto que retratas personas normales, o comunes y eso me hace sentir cómodo porque me hace sentir que yo también valgo en términos eróticos o estéticos y que me puedes hacer ver bien", eso es lo más común.
Es incluso terapéutico lo que hacen contigo.
Sí, y eso me gusta, por eso no retrato tanto. Siempre les doy chance porque de las personas que me dicen que quieren que las retrate al final retrato a 10.
¿No se concreta por parte de ellos?
Es que no es un tema de: "Hazme fotos", y agendamos. Cuando es por comisión claro que sí, agendamos y te cobro, pero cuando es por intercambio primero me gusta conocerlos por WhatsApp, platicar con ellos, que me cuenten sobre su vida, sus expectativas, sobre todo qué no les gusta de su cuerpo. Y al final unos me dicen: “No, creo que en efecto todavía no me siento cómodo”. Hay chicos con los que he platicado hoy y la sesión es en dos años. Es un proceso largo de conocerlos, de trabajar con ellos y de que realmente estén listos para estar frente a una cámara y exponerse al mundo porque las fotos se suben. Yo no trabajo tanto mostrando el rostro, pero ellos saben que son ellos y van a estar no solo expuestos, desnudos, frente a mi cámara, están desnudos frente a la sociedad y eso es un trabajo bastante fuerte, sobre todo para personas a las que toda la vida les han dicho que no son bonitos, o que su cuerpo no es agradable.
Y han sufrido un rechazo por eso.
Claro. Por eso no fotografío a todos y no trabajo tanto con estos hombres que parezcan modelos de revista; de pronto sí trabajo con ellos pero me buscan menos, y si se da, bien, si no se da, también. Hay unos que me buscan y son más exhibicionistas, y eso también está padres, pero lo que me gusta es el tema de la historia que hay detrás de quien voy a retratar y cómo se enlaza conmigo.
¿Imaginas el contexto y la foto a partir de lo que ellos te cuentan?
Sí, a partir de escucharlos me voy haciendo idea y voy construyendo las imágenes en la cabeza para ejecutarlas en la sesión. Si ellos me dicen: “Es que no me gusta este perfil mío”, yo lo evito; “Es que no quiero que se me vea tanto la cara”, yo me voy programando para evitar ciertas cosas o enfocarme en ciertas cosas, siempre y cuando esté lo que yo quiero buscar. Al final es congeniar la necesidad suya y la necesidad mía, digamos que un ganar-ganar.
En tu sitio web hay una sola mujer, Julieta, es una imagen icónica que además es la portada de tu sitio, pero ella sostiene un dildo que finalmente es una cuestión masculina, cuéntame la historia de esa foto.
Siempre había querido fotografiar chavas, hacía tiempo había retratado a una amiga pero no era una foto de desnudo. Viendo mi portafolio es muy difícil que acepten posar para mí, y también ya no tengo el entrenamiento para entender el cuerpo femenino frente a la cámara, porque hay que tener un entrenamiento muy específico. Hace un tiempo me invitaron a participar en un proyecto como etnográfico, que tiene base en Inglaterra, y que era como un mapa de la sexualidad. La chica que me invitó hizo una entrevista a una chava que le contaba la historia de su sexualidad. Me dijeron: "Queremos que tú hagas la foto para enmarcar este texto". Pero yo retrato hombres... Bueno, buscando en la red me topé con Julieta, que es modelo para artistas de pintura. Después de mucho pensarlo aceptó, porque me dijo que le encantaba mi trabajo pero también estaba súper nerviosa porque implicaba ir con ella a un cuarto de hotel y tenía miedo de que le fuera yo hacer daño. Platicamos y nos caímos súper bien y al final fue un trabajo entre paisanos porque la entrevistada era una chica de la costa de Oaxaca, Julieta es del valle y yo del istmo. La idea del dildo fue por la historia que había redactado esta otra persona, era una historia de una chica cuya sexualidad estaba construida a partir de la identidad de su papá, a partir de una masculinidad, es lo que quisimos emular en esta sesión. Hasta el día de hoy, oficialmente Julieta ha sido la única chica que ha posado para mí. Me encantó trabajar con ella, tenemos planes de volver a hacer fotos pero por la pandemia no se ha podido. Y me gusta mucho porque también estudió actuación y sabe lo que uno necesita, entiende la construcción de un escenario, creo que por eso las fotos son tan representativas y por eso quise que estuviera en la portada porque además enunciaba que mi trabajo va más allá de la idea de los hombres, mi trabajo realmente no se trata sobre los hombres, sino sobre la construcción de la masculinidad y la construcción de un territorio.
Hacer foto es un acto erótico
Eusebio, ¿con qué arte se las paras a varios modelos para retratarlos?
Con el arte de ponerles la cámara enfrente. Fíjate que hay un tema del voyerismo, yo creo, como esta pulsión escópica lacaniana [de que somos mirados], la situación se vuelve erótica. Hacer foto es un acto erótico, no necesariamente que estés haciendo fotos de desnudo, la fotografía por sí misma es erótica, esta sensación de ser observado detona muchas cosas en los modelos, entonces inminentemente se excitan y eso me da material. En realidad no me importa si hay una erección o no, no es algo que yo busque, siempre les digo: “Hagan de cuenta que yo no estoy, o que de repente alguien les habla y ya, pero ustedes exploren su cuerpo, disfrútense, no se preocupen por lo que va a pasar después, no se preocupen porque si van a estar publicados, ustedes desinhíbanse”. Al final hago un filtro y ya me dicen: “No, esta foto no”. Yo les voy dictando como poses, "Muévete para acá, para allá, mírame así", y este juego de poder, como del dominante y el sumiso, sin quererlo queriendo se vuelve una dinámica bastante erótica y eso a muchos modelos les resulta excitante, no a todos.
En las escenas de lances sexuales, ¿asistes solo como el mirón fotógrafo o estás participando y de pronto sacas la cámara para fotografiar el momento?
No, soy muy metódico en siempre planear, y como muchas de mis fotos son en espacios que no están hechos para tomar fotos de desnudo o de chicos teniendo algo, soy muy neurótico y lo primero que hago antes de llevar a alguien a retratarlo es ir yo solo al lugar y conocerlo. Sobre todo cuando es abierto porque me tengo que aprender las entradas, las salidas, los horarios, si hay cámaras de vigilancia, si pasa la patrulla. Primero tengo que saber yo que son espacios seguros para ellos o donde yo los puedo mantener seguros aun en la clandestinidad, eso es lo más básico. En ese sentido siempre planeo las sesiones, no es que yo vaya con mi cámara y haga la foto. Lo he intentado, por ejemplo en el cine Savoy, o en el [hotel] Mazatlán, pero no me funciona. A pesar de que hago documental, para este tipo de cosas sí necesito estructurar un plan o llevar, digamos aunque se oiga feo, un cebo, un modelo que jale gente. Eso me pasó un par de veces en el Mazatlán [un lugar de encuentros sexuales gay], que llevé un modelo porque era su fantasía estar en cuatro sobre la cama y ser tomado por los asiduos al sitio. Él se encargaba de decirles: "Oye, está mi amigo que va a tomar fotos”. Digamos que la condición para estar con él, que era alguien bastante atractivo, era que yo les hiciera fotos. Para mi sorpresa todo el mundo aceptó, todos me decían: “A mí no me importa, tú retrátame, lo que quiero es acostarme con este hombre”. Soy muy poco o muy nunca de estar yo interactuando y sacar la cámara. Siempre he pensado que debería hacerlo un poco más porque muchos de los fotógrafos que admiro así trabajan. Un proyecto que estoy trabajando ahora, que está parado por la pandemia, tiene la idea de me voy a soltar un poco más, voy a ser parte de las imágenes y voy a interactuar más con los modelos. Es decir, voy a escoger solo modelos que tengan que ver conmigo en un ámbito afectivo o erótico, pero apenas es algo que voy a empezar a trabajar.
Finalmente, si dices que cada uno de los proyectos hablan de ti aunque tú no estés presente, ¿qué te ha ayudado este trabajo fotográfico, sí artístico sostengo yo, a descubrir y aceptar de ti?
Creo que mi trabajo fotográfico es un ejercicio de construcción de mi propia identidad. Todas mis inquietudes las desboco en mi producción fotográfica. Todo el tiempo ha sido un trabajo reflexivo: de mi cuerpo, mi propia gordofobia internalizada, la homofobia internalizada que tenía, esta construcción sobre lo masculino y lo femenino, de mis actitudes, de cómo me relaciono con los otros, de cómo me construyo con y en los otros .
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