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El poderoso maniquí del Fru Fru

El poderoso maniquí del Fru Fru

Por Antonio Bertrán

Foto de portada: Irma Serrano, Pablo Leder y Ninón Sevilla, años 70 (tomada de FB).

"No estoy seguro de contarlo porque no tiene mucho que ver con sexualidad", me dijo Pablo Leder sobre un curioso recuerdo de su vida, generalmente plena de episodios lúbricos, durante una de nuestras pláticas.

"Es una puerta peligrosa, y luego tocas puertas y no sabes qué vas a encontrar adentro. Tampoco quiero parecer un ignorante, porque se trata de algo sobrenatural o de brujería. Por ahí va el asunto que tengo dudas de contarlo o no…

Era el viernes 6 de octubre de 2017. El querido actor, director y productor de exitosas obras de teatro de medianoche como Emanuele, Reclusorio para señoritas y Pecado en la isla de las cabras, ese año había publicado en Hubo una vez... Antes del SIDA varias de sus cachondísimas aventuras como joven gay de los años 60 y 70. Aquella tarde me había concedido otra entrevista en el Sanborns del WTC, y tomábamos él un té y yo café.  

Por supuesto que amablemente insistí a Pablo que me contara esa historia tan misteriosa, y finalmente lo hizo con la generosidad que siempre tuvo para Nosotros los jotos, que ahora la comparte como la mejor forma de celebrar su gozosa vida y recordarlo porque el próximo 1 de noviembre se cumplirá el primer aniversario de su fallecimiento, a los 77 años (nació en Santa Rosalía, Baja California Sur, el 22 de junio de 1942).

He aquí el que, sin duda, es su relato más escalofriante:

Irma Serrano siempre tuvo fama de que hacía muchas brujerías y yo conviví mucho con Irma Serrano [como su asistente de dirección y después productor y director de obras en su teatro, el Fru Fru], y efectivamente hacía rituales y cosillas. En una ocasión la acompañé al Mercado de Sonora a comprar un tejón. Dije: "Es otras de las excentricidades de Irma, tener un tejón en su casa". No, era para matarlo, le sacó un huesito que tienen debajo del cráneo, lo hizo en un licuado y se lo tomó. Dijo que era para tomar poder.

Pero, más allá de Irma, en el Teatro Fru Fru el tercer piso se había clausurado porque estaba demasiado inclinado y había peligro de que la gente se cayera, entonces solo funcionaba la planta baja y el primer piso, con 880 butacas, que es bastante. Y el tercer piso era como una enorme bodega con madera vieja, escenografías viejas, muebles y demás.

Bueno, en la primera fila de butacas del tercer piso, cerca del barandal, había un maniquí, o aparecía un maniquí. Estaba sentado mirando el escenario, de traje, corbata y sombrero. Durante muchos años, en todas las obras de teatro que hicimos ahí estaba el maniquí. Pero a veces estaba a la derecha, a veces, ¡ay!, ahora el maniquí está en el centro o a la izquierda. Con todos los actores era el cotorreo: "¡Ay, el maniquí se movió!".

El guardacasa juraba y perjuraba que él nunca había tocado el maniquí, que de hecho no era fácil llegar a él porque estaba en un lugar lleno de trastos y muebles. Pero el maniquí se movía. Todo el reparto de todas las obras que ahí se pusieron aparte de las de Irma Serrano y las mías, como Hair [producción de 1974 de Alfredo Elías Calles y Pixie Hopkins, en la que participaba una jovencísima Terry Holiday, quien recuerda que el maniquí formó parte de la escenografía de esa obra], o de otros como Oceransky, todo el mundo veía que el maniquí siempre estaba, pero cada determinado tiempo cambiaba de lugar.

Irma juraba que ella no tenía nada que ver con el movimiento del maniquí. El guardacasa me decía: "Señor Pablo, nunca en mi vida he subido al tercer piso, yo no muevo eso, nadie sube ahí". Era un fenómeno que nadie se explicaba pero del que todos fuimos testigos.

–¿Tú llegaste a subir al tercer piso, asomarte?

–He ahí la historia que no sé si contar o no, me pones en un aprieto.

–Pues cuéntala, Pablo, si ya contaste la mitad de la historia.

–Pero, es terrible.

–¡Si me dejas así no voy a poder dormir!

–¡Ay, ay, ay! ¿Qué hago?... Bueno.

Había una vedette en esa época… se me va el nombre porque no quiere que te lo cuente… Norma Lee. Y su slogan era La Diosa del Amor. Ella se presentaba en cabarets y hacía burlesque pero sus números eran mucho más inteligentes, brillantes y audaces que otras, además de que tenía un cuerpazo, ¡pero un cuerpazo, era hermosísima!

Salía de monja y entraba un enmascarado y le rompía la ropa y la violaba, o salía King Kong y ella vestía como de niña con minifalda y una mochilita, y el gorila la violaba; en otra estaba en una jaula como Piolín, columpiándose como un pajarito, y entraba uno vestido de gato y se la cogía. Siempre terminaba desnuda, pero eran muy originales y tremendos sus números.

Al escribir esta entrega recordé que había comprado en un mercadillo estas fotos, en las que la vedette ofrece un espectáculo con un King Kong como el que, refirió Pablo, hacía Norma Lee. 

Bueno, Norma Lee iba muy seguido a ver nuestras obras, yo estaba trabajando en A calzón amarrado, porque el libro de Irma [Serrano] se adaptó a teatro. Maricela Lara la iba a dirigir, pero como tenía muy buena relación con la familia de Luis Echeverría le dijo a Irma: "Yo no puedo dirigir esto porque me metes en problemas con la familia Zuno Echeverría, que la dirija Pablo". Yo había sido asistente de Maricela en cuatro obras anteriores. Y dijo Irma: "Pablo, tú la diriges pero el crédito va a ser para mí, va a decir 'Dirección Irma Serrano, Asistente de dirección Pablo Leder'". Y yo acepté. Pero esa obra fue mi primera dirección ya formal en el Teatro Fru Fru.

Norma Lee iba a ver esta obra y una vez me dijo: "Pablo, quiero hablar contigo de una cosa muy importante". Me invitó a tomar un café y empezó: "El maniquí... el maniquí es poderoso, si llegamos a él y le sobamos el pecho va a concedernos los deseos que le pidamos, y tiene que ser a media noche".

Yo le contesté: "¡Estás re loca, cómo crees que vamos a hacer eso!". Pero insistió: "Pablo, nuestras vidas van a cambiar a partir de ese ritual". Primero me negué, pero después de dos, tres veces que fue a decírmelo, caí en la tentación: "OK, vamos a hacerlo tal día".

Yo le di una lana al guardacasa para que no dijera nada y cuando terminó la obra esta de A calzón amarrado, todo el mundo se fue, esta mujer... ¿cómo se llama?... ¿Ves?, se me va el nombre de ella... ¡Norma! Me estaba esperando medio escondida. La obra era 7:15 y 9:30 [PM], terminaba a las 11:30, así que en 20 minutos ya estaba vació el teatro.

Entonces fuimos con el guardacasa, ya había yo preparado dos linternas, pero de todas formas él nos puso algo de luz arriba. Tardamos como una hora en llegar al maniquí porque efectivamente había muchas chingaderas ahí y tuvimos que moverlas un poco para caminar y, bueno, llegamos al maniquí.

"Tú primero, Norma", le dije y esperé atrás. Ella estuvo como cinco o siete minutos, no sé, luego salió y me dijo: "Ahora vas tú, Pablo". Yo llegué, me arrodillé frente al maniquí, le empecé a sobar el pecho y le dije: "Quiero dejar de ser el asistente, siempre soy el asistente de Alejandro Jodorowsky, el asistente de Maricela Lara, el asistente de Irma Serrano, quiero ser Pablo Leder, el director, el productor, el escritor, quiero ser yo, concédeme eso". Así fue la ceremonia.

Más o menos una semana después me mandaron saludar... ¿Cómo te explico? Bueno, me acordé de la película Emmanuelle porque se hablaba mucho de esa película [de 1974] con Sylvia Kristel, que era una película erótica y la chingada. Y se me ocurrió usar el nombre. Dije: "Voy a escribir una cosa erótica, seis cuadros con una Emmanuelle que comienza en la escuela con una escena lésbica, luego va con el psiquiatra, luego va a la iglesia, etcétera, y escribí mi Emanuele.  

Una noche le dije a Irma: "Quiero leerte una obra que escribí para ver si se monta a media noche, es muy barata". Se la leí y le comenté que para montarla necesitaba unos 70 mil pesos. Me respondió: "Bueno, regístrala en la SOGEM a nombre tuyo y mío, vamos a la mitad en todo y yo te la produzco". Y fue: "Dirección Pablo Leder; Irma Serrano y Pablo Leder Presentan". [El estreno tuvo lugar en el Teatro Fru Fru el 9 de abril de 1981].

Impreso promocional de Emanuele, escrita y dirigida por Pablo Leder. Tomada de su Facebook.

La obra cambió toda mi economía porque dejé de ganar $150 pesos diarios para ganar la mitad de la taquilla, después de gastos. Ahí tuve mi giro, Emanuele me hizo no famoso pero sí popular en el medio, y rico [la obra se fue de gira por algunos estados de la República, y luego dirigió Reclusorio para señoritas, que recorrió dos veces el país].

Como el Fru Fru era el único teatro que había de media noche, todos los cómicos de otras obras caían después ahí. Llegaba Luis de Alba, Rafael Inclán, Chóforo [Raúl Padilla], todos los comediantes, Ofelia Guilmáin, de todo tipo de nivel iban. En el mezanine había un pequeño bar y todo mundo iba a ver Emanuele. Entonces yo tuve un verdadero apogeo económico y de popularidad, y Lyn May... no, ¿cómo se llama?... Norma Lee también sonaba mucho.

–¿Y seguía el maniquí en el tercer piso, viendo la obra?

–Claro, ahí estaba el maniquí.

–¿Tu éxito y el de Norma Lee lo atribuyes a eso?

–Espera, que no he terminado la historia...

Después hubo dos detalles más del Teatro Fru Fru. Cuando estábamos ensayando Emanuele, en el tercer cuadro un cura [Roger Oropeza] que debe practicarle un exorcismo a Emanuele [Isabel Estrada] comienza a seducirla, le baja la blusa y agarrándole los senos, dice: "Y tus dos senos blancos como picos de paloma".

En un ensayo empezó: "Y tus dos senos...", ¡pack!, se azotó en el escenario una paloma blanca y salpicó de sangre al cura, a Emanuele y a mí, que estaba cerca dirigiendo. Se oía que había palomas en el Fru Fru, pero era demasiada casualidad que justo en ese momento se hubiera caído una paloma blanca, y no sé si estaba muerta o se estrelló viva pero nos salpicó de sangre.

Ya en temporada, tres meses después, con teatro lleno siempre, las funciones eran a las 12 de la noche, y el último cuadro tenía lugar en un burdel, donde Emanuele era la madrota. Ahí había una escena con el mismo actor de la paloma, Roger Oropeza, haciendo un viejo en silla de ruedas que va a buscarse una puta. Estaba corriendo la función normal y de repente ¡Roger se levantó de la silla! No tenía por qué hacerlo puesto que era un paralítico, pero se levantó de la silla, empezó a girar sobre su eje, se cayó al piso y se rompió siete huesos de un pie.

Hablamos a la ANDA, llegó una ambulancia y se lo llevaron. Ya cuando lo fuimos a ver y le preguntamos qué pasó, él no sabía. "Es que te levantaste a bailar, Roger", le dije.

"Yo no me levanté, Pablo, me levantaron, giré y me caí. ¿Cómo me voy a levantar si mi personaje es paralítico? ¿Y por qué tendría yo que girar?". Esos dos sucesos me quedaron como misterios.

–¿Y tú crees que todo fue por las brujerías de Irma Serrano?

–No... bueno, porque ahí había energías raras, no sé qué pensar, todo esto nunca lo había platicado, eres el primero, es material inédito.

Y falta lo más escalofriante de la historia, que Pablo continuó así:

Dos años después muere mi mamá (el 12 de abril de 1983, a los 67 años, por un paro respiratorio a consecuencia del tabaquismo), y es el dolor más grande que he sentido en mi vida, no hay palabras para describirlo. Yo entro en un shock terrible, y un día recibo una llamada de Norma Lee, que me cita en un café porque quería platicar conmigo. Me dijo: "Mataron a mi chofer, y el bailarín que me carga en los musicales tuvo un accidente y murió terriblemente, lo atropelló un camión. Todo lo que sucede a mi alrededor es sangre, violencia y muerte, Pablo, ¿qué está pasando?".

Además me dijo: "Tengo una casa divina que me compré porque en los últimos dos años he ganado mucho dinero". ¿Entonces fue una coincidencia que durante dos años nos fue muy bien y después muere mi madre y mueren las personas que ella necesita? De tres personas me contó: un guarura, el chofer y su bailarín de planta.  

Yo le dije: "A lo mejor había que pagar un precio por esto que tenemos, no quisiera pensarlo así, me horroriza pensar que mi muerte y tus muertes tienen que ver con eso". Y no volví a ver a Norma Lee.

Quince años después, no recuerdo por qué, hay algo en mi mente que no me deja recordar si ella me llamó a mí, me invitó, no sé, la cosa es que fui a su casa con un amigo que todavía me echa la mano, y es testigo de esto.

Tenía una casa enorme, muy linda, y después de 15 años de no verla me recibió en caftán, de este tamaño –abre los brazos indicando gordura–. Era una mujer de 150 kilos. De aquel cuerpo divino, maravilloso que tenía, ahora era una mole.

Me dijo: "Pásale, Pablo, qué bueno que viniste. Mira, aquí vivo bien y ya casi no trabajo, afortunadamente me administré y de momento no me falta nada. Pero tengo un problema terrible, ven, acompáñame a mi recámara. Discúlpeme, joven – le dijo a mi amigo– usted no".

Y me llevó a su recámara. Tenía una cama king size, todo muy lindo. Y me decía: "¡Mira, mira!", mientras me señalaba la cama. "¿Qué, Norma?". Me dijo: "El perro no me deja acostar, ese perro no me deja dormir desde hace muchos años".

"Norma, ¿qué perro?", le pregunté. "El perro dorado que está encima de la cama, Pablo, mira, me acerco y gruñe, no me deja acercarme a mi cama, duermo en otra recámara pero oigo sus gruñidos, me inquieta saber que en mi cama hay un perro".

Yo le aconsejé: "Cámbiate de casa, vende esta, cambia de vida, haz algo, no sé qué decirte". Me fui de ahí temblando de ver a esa Diosa del Amor convertida en una mole de 150 kilos que además veía un perro dorado.

–¡Qué fuerte, Pablo!

–Qué fuerte... Esto es lo que no sabía si contarte o no. Actualmente, Norma me ubicó en Facebook, tiene otro nombre, se llama Eva Pérez, o así; dice que vive no sé si en El Paso o en San Antonio y se dedica a cuidar ancianos. Te digo que esta historia me daba un poco de susto, espero que no me pase nada porque te la conté, pero eso pasó. Ah, y muchos años después desapareció el maniquí, nunca se supo qué pasó con él.

Cuando lo conocí en marzo 2017, el entrañable Pablo Leder padecía degeneración macular, por lo que usaba un cuentahílos para leer en la pantalla de su computadora las publicaciones de Facebook, donde compartía frecuentemente anécdotas y testimonios documentales. Al final de su vida estaba deprimido porque había perdido la vista.

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

Por favor usen bici, lean esta semana otras historias de Pablo que subiré al archivo de Nosotros los jotos y, sobre todo, usen cubrebocas y condón

 

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