Te has suscrito correctamente a Nosotros los Jotos
¡Buenísimo! A continuación, completa el pago para obtener acceso completo a Nosotros los Jotos
¡Has iniciado sesión correctamente!
¡Éxito! Tu cuenta está activada, ahora tienes acceso a todo el contenido.
¡Éxito! Tu información de facturación se actualizó.
La actualización de la información de facturación ha fallado.
La bendición de Quesito

La bendición de Quesito

Por Antonio Bertrán

Robustos y afelpados con negrísimos vellitos, los brazos de Hugo son magníficos para rescatar y cuidar criaturas. No, no es exagerado ese verbo que inmediatamente remite a acciones heroicas ante una calamidad. Y el sujeto de tal salvamento –criaturas– no busca ser incluyente de los géneros sino de las especies.

Preví que a nuestra entrevista en el Parque Hundido de la Ciudad de México, Hugo llegaría con el retraso entendible en quien debe alistar a un bebé para salir a un compromiso, y en la espera lo imaginaba apareciendo apresurado con una carriola aparatosa como camioneta de señora, equipadísima hasta con calentador de energía solar para entibiar biberones.  

Efectivamente llegó corriendo casi media hora después de lo acordado, pero llevaba solo una mochila en bandolera, no muy grande, y el pequeño Sebastián viajaba más cómodo en ese lujo mullido que son los morenos brazotes de su papá.

Chrys, el papi del bebé –así lo ha diferenciado de su papá Hugo al empezar a hablar, con 13 meses de vida–, ya estaba conmigo porque su oficina se ubica en la cercana Torre Manacar, y al oír su cariñoso saludo el muchachito tornó en sonrisa el gesto serio con el que me examinaba. A pesar del cubrebocas, yo le sonreía para empezar a romper el hielo.

"A Sebastián yo le digo bendición, pero no por el mame de tener un hijo", me explicó Hugo al preguntarle cómo habían sido los preparativos antes de llegar a nuestra cita.

"Realmente es una bendición, se duerme a las 10 de la noche y ya no sé nada de él hasta las 11 de la mañana del día siguiente.

–¿Se duerme en cuna o en tu cama? –mi pregunta, como muchas de la entrevista, surgió de la más antipaternal ignorancia sobre crianza infantil.

–En cuna. Desde los tres meses lo pasé a la cuna. Dije: "Lo voy a dejar en la cuna para que vaya reconociendo el espacio". Y el día que lo dejé se durmió en su cuna. Tuvimos mucha suerte que es un niño muy independiente. Incluso yo lo cargo o duermo conmigo y él mismo me pide que lo pase a su cuna, me hace señas, me empuja.

Ese miércoles 16 de diciembre de la entrevista, su papá tuvo que despertar a la bendición hora y media más temprano, a las 9:30, lo cambió abrigándolo con un chalequito decorado con un simpático dinosaurio y lo colocó en la sillita de viaje de su camioneta, a la que ya está acostumbrado. No desayunó más que un mamila con su fórmula, de alta proteína (regularmente almuerza también un pedacito de pan, 50 gramos de pechuga de pollo, una calabaza y una zanahoria completas porque "le gustan mucho las verduras").

Pese a esa alteración de su rutina, Sebastián no hizo quedar mal a su papá –a sus papás– comportándose benditamente todo el tiempo de nuestro encuentro. Mientras yo platicaba con Hugo, "el cuidador primario", en brazos de papi Chrys el niño soltaba grititos de contento, o zapateaba moderadamente cuando lo descansaba sobre la mesa de metal a la que nos sentamos en un claro del parque. Jamás hubo un berrinche, y a ratos parecía cantar repitiendo ma-máaaa.

–Dice mamá, ¿a quién? –pregunté.

–Dice mamá en general, le gusta mucho. Es que le ponemos mucha música y una canción dice mamá, mamá, papá, papá.

Hugo ya me había contado por Facebook que Karla, la madre de Sebastián, no lo podía tener, que era la sobrina veinteañera de la encargada de una perfumería que tiene con su pareja anterior. Solo la había visto un par de veces en el negocio, pero como su tía le comentó que Hugo tenía amigos médicos, un día de julio del 2019 lo llamó para pedirle orientación sobre dónde interrumpir su embarazo. Pero estaba en el cuarto mes y Hugo le advirtió que no solo sería peligroso para ella sino que "literalmente iba a ser un homicidio porque el bebé ya estaba formado".

"Le comenté que le diera una oportunidad de vivir y le buscara una familia o lo entregara en una casa hogar. Nunca fue mi intención adoptar el bebé. Después me enteré por su tía que había nacido, pero hasta ese día yo no sabía nada de ella ni había preguntado al respecto".

Sebastián nació en la Ciudad de México, en la alcaldía Iztapalapa, el 22 de noviembre de 2019.

No puedo abandonar a este bebé

El Facebook de Hugo no lleva su apellido Ramírez sino el de un personaje de caricatura, Morgendorffer, con el que en la universidad se identificó por sus frases sarcásticas.

En esa plaza pública virtual, siempre mostrando con un natural orgullo de padre a Sebastián, Hugo nos ha hecho a sus seguidores partícipes de la felicidad de criarlo desde que llegó a sus amorosos brazos, hoy 5 de enero hace exactamente un año.

La adopción del niño fue un arrebato de su ser protector, que se gestó cuando a los 16 años tuvo que ocuparse de la crianza de su sobrina Estefanía, hija de una hermana mayor, Janeth, que tenía que trabajar para mantenerla. Hugo iba a la preparatoria con mochila, pañalera y la bebé, así que la considera su primera hija y hoy, con 19 años, la "hermanota" de Sebastián.

"El 30 de diciembre (de 2019) que  hablamos, (Karla, la mamá de Sebastián) me dijo que no pudo conseguirle familia y que ella debía regresar a trabajar el 6 de enero, así que por eso lo dejaría en la casa hogar.

"Después me comentó que el niño era güerito y estaba bonito, y que una pareja gay, amigos de su ex suegra, le habían ofrecido dinero cuando lo vieron. Fue cuando ella pensó en hablarme porque yo había defendido la vida del bebé sin conocerlo, y quizá podía quedármelo y darle una familia, porque ella no quería venderlo, en todo caso prefería dejarlo en la casa hogar".

Hugo no sabe explicar la reacción que tuvo en ese momento. "Solo sentí que tenía que protegerlo y dije: 'Si yo puedo evitar que el bebé llegue a un orfanato, yo lo evito'. No me imagino que sufra porque no lo puedan apapachar, consolar, ¡tenía un mes de vida apenas! Y le dije: '¡Dámelo!'".

El mercadólogo de 35 años (cumplirá 36 el 24 de este mes), ni siquiera consultó su decisión con Chrystian Camberos, su pareja desde hace casi tres años.

–Yo sí le comenté en algún momento que quería tener un hijo –intervino Chrys en la entrevista, con Sebastián en los brazos–. Entonces me habló y me dijo: "Ya eres papá". Y yo: "¿Qué, cómo?". Yo pensé que de otro perro o algo así, y me dijo: "No, ¿te acuerdas del niño que te conté de esta chica? Pues ya lo registré, voy saliendo del registro civil". Y yo: "Ah, okey". La verdad no supe ni qué... (risilla).

–¿Pero no te contrariaste?

–No, no me molesté. Hubo un momento en que dices: "¡Chin! Ser papá...". Sí es un poquito difícil, no es fácil tener un bebé, pero no me molesté para nada, al contrario, me puse feliz, me dio gusto.

–En ese momento sí le dije: "Perdón por no haberte preguntado" –recordó Hugo–. Yo sé todo lo que implica la paternidad y también sé que no lo consulté contigo, así que si en este momento tu decisión es seguir tu vida en libertad, la respeto. Yo no puedo abandonar a este bebé. Y Chrys me dijo: "No, yo te apoyo". Fue así como empezamos nuestro proyecto de sacarlo adelante juntos.

Enseñarle a ser fuerte y valiente

A Sebastián, papi Chrys lo llama cariñosamente Quesito. "Es que toma mucha leche y cuando estaba más chiquito", me explicó, "se la embarraba en la ropa, olía a leche, a queso, y como está súper blanco yo le digo Quesito".

El 2 de enero del año pasado, en el registro civil Hugo reconoció como su hijo al bebé, acompañado de Karla, su madre, a quien retrató con el niño para poner la foto en la cabecera de su cama y así siempre sepa quién es su mamá.

"Realmente no fue un acto de abandono por parte de ella, fue más un acto de amor", tiene claro el papá, y en el debido momento, me aseguró, su hijo sabrá que es adoptado.    

"Se llama Sebastián por el cangrejito de la Sirenita, porque no tuve tiempo de pensar un nombre, y a mi sobrina Estefi, que también crecí yo y es como mi hija, le gustaba mucho la Sirenita cuando era niña".

Desde la noche del 5 de enero en que llegó a casa de papá Hugo, Sebastián resintió el desprendimiento de su madre y se la pasó llorando. Lo hizo durante dos días.  

"El 7 de enero, una de mis amigas de la universidad, Abigaíl, fue a visitarnos, y escuchar la voz de Abi como mujer, en contraste con la mía que es más grave, fue lo que tranquilizó un poquito al bebé. Ella lo cargó, lo abrazó, le dio de comer y él finalmente se relajó mucho".

Así empezó un amoroso proceso para entender cómo consolarlo, qué significaba cada tipo de llanto, cómo alimentarlo y cuidarlo. En esta labor muy pronto se incorporaron como sus nanas Hera y Benji, los bóxer que Hugo también rescató cuando se enteró que serían abandonados o sacrificados porque, supuestamente, los perros de su raza si salen blancos no son apreciados comercialmente.

Fue enternecedor saber que cerca de cumplir un año de vida, el pasado noviembre, Sebastián se apoyó en las ancas de Benji y empezó a dar sus primeros pasos: "¡Lo agarró como andadera!", me contó Hugo, muy orgulloso de sus asistentes caninos.

La pareja no vive en el mismo domicilio, así que ese 7 de enero de 2020 Chrys conoció a Quesito. La paternidad que este sonorense de 38 años y licenciado en administración decidió compartir con Hugo, lo llevó a manejarse más abiertamente como gay con su madre, quien antes de la pandemia de Covid-19, a finales de enero del año pasado, viajó de Mazatlán a la Ciudad de México para conocer tanto a su yerno como a su nieto.

Papá Hugo y papi Chrys planean casarse cuando la pandemia lo permita, y estudian también la mejor estrategia legal para que Sebastián lleve sus apellidos, y así evitarle problemas en su vida escolar.

Hugo me contó que a los 18 años perdió a sus padres, pero tuvo la suerte de que respetaran su ser homosexual. "Mi papa me dijo que no tenía que vivir en ningún clóset, y que valía más morir de pie que vivir de rodillas".

Dado que creció con la idea de que debía mostrarse como es y "al que no le guste que se voltee", educará a su hijo de la misma manera, sin imposiciones ni prejuicios.

"Con Sebastian pasa lo mismo, va a crecer en una familia homoparental, yo no puedo ocultarlo de su realidad, tengo que enseñarle a enfrentarla y ser fuerte y valiente porque yo no sé si cuando entre a la escuela habrá alguien con una mentalidad cerrada, que mal eduque a sus hijos y pretendan hacerle bullying, y la mejor forma con la que tú puedes acabar con el bullying es enfrentándolo", dijo Hugo conmoviéndome con su sabia honestidad.  

"Si al momento en que un niño se quiera burlar porque tiene dos papás, Sebastián tiene la suficiente autoestima y valor para enfrentarlo, no va a pasar de un simple chiste tonto, y Sebastian va a darle la vuelta".

Si yo fuera drag, bien podría llamarme Yerma Guijarros por mi falta de instinto maternal, pero reconozco que fue muy emotivo recorrer con la bendición de Quesito y sus padres los senderos del Parque Hundido, haciendo fotos para este artículo en las que quiero ver una luz de esperanza para el 2021 que estamos empezando. #AmorEsAmor.

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

 

     

Coméntanos con libertad y RESPETO