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Cartas van y cartas se vienen

Cartas van y cartas se vienen

Por Antonio Bertrán

Es encantadora la imagen de unos tulipanes en la portada del álbum que José me entrega diciendo: "Este es el material que reuní, a ver qué te parece".

Nada más abrirlo, la lindeza de las flores rojas se desvanece a la visa de dos fotografías que colocó en la primera hoja, que me sorprenden por su inusitada carga de pornografía casera, ¡con un amigo exhibiendo sus carnes arrugadas, casi paquidérmicas!

Reprimo la prejuiciosa idea de que cómo a un viejo se le ocurre retratarse con un dildo que se ha metido hasta el fondo, y con el cipote bien tieso además de rasurado, para mejor valorar el hermoso acto de autoaceptación del cuerpo y libertad de Erhard –al reverso hay una etiqueta con su nombre y dirección– para hacerlo y compartirlo vía correo postal desde Alemania.

Así, en sobre con estampillas de Estados Unidos y Europa, acompañadas de algunas letras amistosas José ha recibido a lo largo de los años el más de medio centenar de imágenes cachondas como este par, que escogió para compartirlas con Nosotros los jotos.

"Pero no es un archivo en forma", me había aclarado sobre el epistolario que ha intercambiado con unos 100 amigos extranjeros, "tengo las cosas desperdigadas, reuniré las fotos que más pueda y te las enseño".

El querido y fiel lector se vio motivado a mostrar algo de su acervo tras leer el artículo Archivo Zeller: Una vida 'loca' en 1960-80 que, con fotos de cadetes en animadas pachangas, nos permitió dar a conocer Armando Cristeto Patiño el 9 de marzo de 2021 https://nosotroslosjotos.com/archivo-zeller-una-vida-loca/

Las etiquetas de los remitentes que veo al ir sacando las fotos del álbum son también de Estados Unidos, Suiza y Argentina, y fueron pegadas lo mismo detrás de calendarios de bolsillo decorados con los típicos modelos atléticos y vergones, que en recortes de alguna revista pornográfica o propaganda de un antro gay.

Aunque para mí las más interesantes son algunas instantáneas que parecen caseras y tienen detalles divertidos como una pulsera con piedras de colores decorando un chóstomo de dimensiones –insisto– nada espectaculares sino bastante caseritas.

Además del nombre y dirección, los remitentes impresos informan lo que la persona está interesada en intercambiar, como estampillas, billetes, postales o de plano fotos eróticas a través de "open minded letters".

Luego de honrarme diciendo que es la primera vez que habla sobre su pasatiempo epistolar y, salvo a su único corresponsal mexicano, Víctor, a nadie había mostrado este material, José me pide mantener su identidad en el anonimato y usar ese nombre que no es el suyo.

De trato afable, es un enfermero jubilado con 67 años, originario de la Ciudad de México, y hace cuatro décadas que escribe cartas. Diario, nomás despertar, toma la pluma para ir respondiendo a los amigos internacionales de los que recibió noticias la semana anterior.

A los no hispanoparlantes les escribe con su inglés básico pero suficiente para preguntar cómo les ha ido con la pandemia, contarles que él ya recibió la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19, agradecer los regalitos que le enviaron y listar los que mete en el sobre para corresponderles (en el reverso de la copia que hace al carbón anota igualmente esta lista).

Otra rareza de José en estos tiempos vertiginosos del e-mail, las redes sociales y el WhatsApp es que también envía felicitaciones de Navidad: ¡El pasado diciembre echó al buzón 100 y recogió más de 60!  

"Yo tengo apartado postal, ahí es donde recibo, voy con emoción cada ocho días, voy los jueves a recoger la correspondencia", me cuenta y evoco esa ilusión con la que yo también, en los años 80 de mi adolescencia, abría el buzón de la casa familiar porque esperaba carta de algún pariente de España, o la respuesta de un hombre cuyos datos había seleccionado, no sin culpa y a escondidas, entre los anuncios clasificados de alguna revista gay.

Este miércoles último de abril que nos encontramos en la hermosa y ventilada terraza del Museo del Estanquillo, José me adelanta que tiene preparadas 13 cartas y después de nuestra entrevista pasará a la oficina del Correo Central, sobre el Eje Lázaro Cárdenas, a comparar las estampillas que les pegará en casa.

"Las peso en mi basculita y según el peso ya sé lo que tengo que poner de estampillas", presume.

Suele depositarlas lo jueves o viernes en esa misma oficina, para que tarden menos en llegar a su destino. Aunque me cuenta que con la pandemia se relentizó el tiempo en que las cartas van y las cartas se vienen en sus manos con su contenido cachondo. ¡Acaba de recibir algunas enviadas desde Cuba a finales del 2019 y principios del 2020!

–Por lo regular son más de $200 pesos cada que mando, o $250 –calcula sobre lo que cuesta su pasatiempo.

–¡Unos $800 o mil pesos al mes! –exclamo como si fuera yo, desempleado, quien los paga.

–Sí, pero no me importa porque ese es mi hobby principal, me gusta mucho y me satisface. Y además me entero de personas de otros lados que a lo mejor nunca voy a conocer, pero me gusta eso.

–¿Cuál era tu interés en recibir del extranjero estas fotos personales o que circulaban allá en revistas o impresas como los calendarios, te daba más morbo, qué hacías con esto?

–Al principio a lo mejor sí era morbo, pero después se me hizo como un hobby coleccionarlas, porque no nada más colecciono esto, colecciono postales, imanes para el refrigerador, fotos de mis amigos, separadores para libros, billetes y otras cosas como los sobres, mapas de ciudades y del metro.

Ejemplos de los objetos que colecciona José por medio de su relación con corresponsales en el extranjero.

Los primeros amigos –y también amigas– por correspondencia los hizo José a través de los anuncios de la revista Rutas de pasión que, me explica, "era como de fotonovelas y se anunciaban muchos extranjeros".

Igualmente en Mecánica popular "venía una página, hasta atrás, en la que había muchas direcciones de amigos que querían correspondencia, también de ahí saqué algunas personas".

–¿Era para amistad o sexo? –pregunto sin quitar el dedo del renglón morboso.

–No, para amistad. Al principio eran hombres y mujeres heteros. Con el tiempo es que empecé a ver anuncios en las revistas [gays] como Boys & Toys, donde más anuncios venían de otros países.

José no recuerda el nombre de la primera persona con la que se carteó, solo que era una mujer de Piura, Perú. Sobre quién fue el primero gay duda, aunque "puede ser Hugo David Otero, un argentino de Buenos Aires".

El contacto lo hizo hacia 2001 o 2002, cuando alguien le mandó por carta el primer libro de amistad (friendship book) o FB dirigido exclusivamente a gente gay (los que había recibido antes no hacían este distingo).

Dado el mecanismo del FB que me explica José, me da la idea de ser el abuelo del Facebook o las aplicaciones de ligue:

Alguien toma, por ejemplo, una vistosa tarjeta postal o, como hizo un ruso nacido en 1976, una propaganda del bar Tom's de Hamburgo, le engrapa una o dos hojitas en las que empieza anotando su nombre, dirección y lo que quiere intercambiar, y lo manda a un primer amigo o comadre, que a su vez anota sus datos y lo remite a otra persona que pudiera interesarle para que haga lo propio, y quizá también escriba a alguno o varios de los ahí agregados.

"Es una cadenita, le caben seis u ocho direcciones", precisa José. "Al final le ponen: 'Cuando este FB esté lleno remítelo a la primera persona', que es la que empezó con esta cadena".

A diferencia de su amigo germano Erhard o de otro suizo igual de pornográfico llamado André, el mexicano no les corresponde con selfies desnudo, sino que aprovecha las cachondas postales que casi proféticamente reunió mucho antes de la pandemia del Festival Internacional de la Diversidad Sexual, del Festival Mix de Cine y Diversidad Sexual o las revista gratuita de la comunidad gay.

–¿Llegaste a conocer a alguna de estas personas con las que te carteaste mucho tiempo? ¿Vinieron a Mexico o fuiste a visitarlas?

–Nunca he salido del país, pero sí han venido a México. El primer amigo que vino, un sueco creo que de Malmö, se llama Dalibor Pospisil, y luego conocí un amigo español que vino con su familia, y fíjate que lo visité en su hotel, ese que se cayó y donde estaba el Sueño de una tarde dominical [Hotel del Prado]. He conocido de Argentina, de Alemania, de Suecia, de Chile.

"Una buena y rica verga para disfrutarla por todos lados", dice en español al reverso de esta imagen, que entre otras direcciones tiene una de Costa Rica, y pide "fotos de amigos".

¿Tanto gays como no gays?

Así es. Por ejemplo, gays te puedo mencionar uno de Chile, Héctor, otro de Canadá, que era un colombiano y vivía en Canadá; uno de Colombia que vino hace dos años. Han sido como cinco o seis, pero en total tengo unos 20 amigos gays [entre un centenar de corresponsales tanto hombres como mujeres].

–¿Con ninguno hubo romance?

–No, fíjate que no, con ninguno.

–¿Ni siquiera un besito pasional?

–No. Yo era su guía turístico, por lo regular durante toda la estancia. Ahorita un amigo de Madrid, Daniel, quiere venir en diciembre y ya me pidió que le investigue lo del hotel, también me preguntó que si yo estoy dispuesto a pasearlo y le dije que sí. Con él ya tengo varios años de cartearme, no escribe mucho, una carta chiquita, pero siempre me manda postales de donde va, la última que me mandó es de Líbano, y ha estado por toda Europa.

–¿Hay algo que recuerdes especialmente de lo que te han mandado?

–Tengo un amigo de Estados Unidos, Dan Parker, que tenía su pareja de Japón, Ken, que murió. Dan me mandó unos dibujos eróticos hechos por él, y una amiga artista de Belize, Lola, me mandó dos cuadritos con unos como negros pintados con mucho colorido. Y revistas de interés general, turísticas, y cuando se usaban los discos compactos me mandaron del carnaval de Brasil, del carnaval de Venecia. Ahora ya no se usan, pero también tengo mucho cassettes y discos compactos de música latinoamericana.

–¿Y por qué no usar ahora el e-mail?

Pues, será la edad, que no me quiero actualizar del todo. No uso celular, y estoy muy acostumbrado a las cartas, yo diario me paro a las siete de la mañana y lo primero que hago es ver las cartas que tengo pendientes, escribir y mandar todo lo que tenga que mandar. Y cuando salgo compro las postales, voy al mercado de artesanías, tengo que comprar los imanes o del periódico hago algún recorte; según lo que me manda la gente yo correspondo.

Se trata de un hobby que ni siquiera pudo quitarle el contador que es su pareja, cuando se conocieron hace 31 años.

–Al principio me decía que dejara esto de la correspondencia, y yo le dije que no.

–¿Le daba celos?

–Sí, fue muy celoso, ahora ya se le quitó. Yo no quería dejar mi pasatiempo, ya tenía años escribiendo y no lo iba a dejar porque él me dijera. Él terminó por aceptarlo, y como todas las parejas tuvimos nuestras desavenencias, pero a pesar de todo seguimos juntos. Es nueve años menor que yo.

En lugar de choque de braguetas hoy nos despedimos citando a André, el amigo suizo de José con amplio criterio, que suele decirle en español: "Saludos con mi cola [más bien rabo, verga] dura".

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