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Sin miedo ni vergüenza, crónica de la 1a Marcha del Orgullo

Sin miedo ni vergüenza, crónica de la 1a Marcha del Orgullo

Por Antonio Bertrán

Entaconada, el pecho henchido bajo un vestido escotado y la carita maquillada, Mónica Viruliche declaró con un timbre de voz ronco: "Yo no tengo miedo".

Era una de las vestidas que iba al frente de la Primera Marcha del Orgullo Homosexual y explicó a los periodistas, que en un punto del trayecto corrieron como moscas tras la miel para entrevistar a algunos mariposones que, como ella, se atrevieron a ir travestidos:

"Queremos ser liberadas. Hay demasiada represión, demasiada injusticia, sobre todo para las que andamos vestidas".

Un reportero quizá más insaciable que incisivo la cuestionó: "¿Por qué asistieron tan pocos travestis?".

Mónica Viruliche consideró que les faltaba unirse, y dado que ese venturoso viernes –no sábado como se ha manejado– 29 de junio de 1979 el movimiento de liberación homosexual irrumpía valiente y con una perspectiva de futuro, agregó: "Pero espero que para la próxima marcha estemos más".

Otro travestista, quien dijo llamarse Julio Jacob, fue más sincero: "Es que tenemos miedo de la policía, de las redadas...". La Viruliche lo interrumpió: "Bueno, yo no tengo miedo". Claro que esa tarde la mujer trans estaba exultante, había coreado desde lo más íntimo de la rabia la porra que perifoneaba Carlos Toimil, del FHAR: "Or-gu-llo ho-mo-sex-sual, Or-gu-llo ho-mo-sex-sual".

Más realista, Julio Jacob continuó: "Pero sí las demás. Nos tratan muy mal a nosotros los homosexuales. Sobre todo cuando vamos en el Metro: Nos bufan, nos pegan y hasta nos dicen groserías. Ustedes deben saber que un homosexual es como un ser humano".

Sobre esta realidad, otra compañera había bromeado antes del arranque, en el Monumento a los Niños Héroes, que los aretes que se estaba poniendo eran de fantasía porque "si son de oro me los roba la tira, mana".

Las más visibles y vejadas siempre han sido las vestidas o mujeres trans, un grupo de las cuales lucen festivas en esta foto que Armando Cristeto Patiño tomó en una de las primeras marchas del orgullo homosexual.

Toimil aseguraba a la prensa que los compañeros que se travestían eran "los seres más agredidos en este país". Sin duda representaban la mayoría de los más de 80 homosexuales asesinados al año, información que terció Max Mejía, del Grupo Lambda de Liberación Homosexual.

El escalofriante dato sería enfatizado después en el discurso oficial por Juan Jacobo Hernández, fundador del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR):

"Recordemos la infamante tradición de las redadas, el chistecito del 41. Pero, cerca de nosotros, el Torito, la Vaquita, las delegaciones, los paseítos con los agentes extorsionadores, los más de 80 impunes asesinatos anuales contra homosexuales, jamás aclarados".  

Paradójicamente, la víspera de la marcha la participación de las tan vejadas vestidias había sido motivo de discusión entre el FARH y Lambda, lo que puso en peligro su realización. El ala más –diríamos hoy– políticamente correcta de este último grupo, que era mixto con lesbianas y gays, no quería que los travestis o transgénero encabezaran la marcha ni que en esta se usara el "lenguaje de la degradación", en alusión a frases festivas como: "Soy joto, ¿y?".

"Oikabeth [el grupo autónomo de lesbianas encabezado por Yan María Yaoyólotl Castro]  estaba oscilando entre si sí o no marchaba", recordó Juan Jacobo. "La noche anterior, tres o cuatro de Lambda, entre ellos Max Mejía y Manuel Alonso, fueron a tocarme a mi casa para insistir en el asunto, pero no les abrimos porque ya estaba todo acordado".

Alerta No. 732, 14 de julio de 1979.

A las 4:30 de la tarde del viernes, en plena concentración en la Calzada de los Leones para dar inicio a la inédita marcha, la discusión volvió a encenderse. Lambda se fue replegando, como deslindándose, para colgar sus mantas en los árboles alrededor del Monumento a los Niños Héroes; consideraba la opción de hacer un mitin ahí, en lugar de marchar.

Intrépido, Carlos Toimil  zanjó el asunto llamando con un megáfono a las cerca de 500 personas ya reunidas para que tomaran posiciones y diera inicio la marcha. Todo el loquerío se adelantó con gran alboroto y a los de Lambda no les quedó más remedio que correr a descolgar sus mantas para unirse a la "Gran Marcha por la Dignidad Homosexual".

El recorrido original planeado por los tres grupos convocantes iba por el Paseo de la Reforma hasta desembocar en el Hemiciclo a Juárez, recordó Juan Jacobo, pero como la policía se dio cuenta de su desacuerdo previo, aprovechó esta debilidad y, pretextando un posible choque en la zona del Ángel de la Independencia con un grupo que protestaba contra la intervención de Estados Unidos en Centroamérica, desvió la manifestación a la calle de Lerma.

La liliza, entaconada o con mocasines, y todo el lencherío tuvieron que bajar las escaleras del paso a desnivel que, casi saliendo de la Puerta de los Leones de Chapultepec, hasta la fecha existe para alcanzar el otro lado de la avenida Reforma.

"Nos mandaron por el clóset", dijo divertidamente Juan Jacobo.

Sin embargo, esta ruta tuvo la ventaja de hacer resonar la algarabía que siguió al nerviosismo inicial de mostrarse tal cual, que a no pocos los hizo optar por cambiarse el nombre al declarar o taparse el rostro ante las cámaras, y también magnificó las consignas debido a lo estrecho de la calle. "Era como si fuéramos por un cañón, entre los edificios".

Así que los vecinos se asomaron a los balcones –que hasta la fecha abundan en las construcciones de la época– a ver a los lilos "pintarrajeados", las lesbianas "denodadamente machos" y las locas que festivamente dejaban las cloacas donde la sociedad los había obligado a ocultarse durante siglos.

Sobre la calle de Lerma se acuñaron los gritos de: "¡Allá en los balcones también hay maricones!", "¡Esos mirones también son maricones!" y "¡Detrás de las persianas se esconden las lesbianas!".

Convocatoria del FHAR a la gran marcha por los 10 años de la masacre de estudiantes en Tlatelolco (1978). Exhibida en Piratas en el boulevard. Irrupciones públicas. Agustín Martínez Castro (1978-1988), en el Centro de la Imagen (abril-julio de 2018). 

La también clásica: "¡Banquetera, únete!", para señalar y llamar a quienes, parados en la banqueta no se decidían a dejar el clóset e incorporarse a la protesta, había sido acuñada el año anterior (1978) durante las dos primeras apariciones públicas de los raritos: el 26 de julio, con un puñado de miembros del FHAR acompañando la marcha conmemorativa de la Revolución Cubana, y el 2 de octubre con el contingente integrado por el FHAR, Lambda y Oikabeth que se sumó a la marcha por los 10 años de la masacre de estudiantes en Tlatelolco.

Las mantas y pancartas de esta Primera Marcha del Orgullo Homosexual mostraban frases comprometidas con el pensamiento de la izquierda: "Los homosexuales y lesbianas también somos explotados y reprimidos como los trabajadores" y "Por un socialismo sin sexismo", pues, como sostendría Juan Jacobo en el discurso de cierre, "solo en él podríamos ser cabalmente libres como seres humanos íntegros".

Particularmente reclamaban el "Alto a la represión policiaca", detonante de la concentración dado que los "mujercitos" o "jotililos" estaban hartos de las razzias que los sorprendían en las fiestas particulares donde se reunían, y de las ilegales detenciones en la vía pública por el único "delito" de vestir o caminar afeminadamente.

Detenciones que eran seguida de una exhibición como degenerados y malvivientes en revistas amarillistas, coludidas con la policía que las convocaba para retratar a dichos "sujetos", y por ello también denunciadas en la marcha: "Alarma y Alerta, promotoras del crimen contra homosexuales".

El póster de la Primera Gran Marcha del Orgullo Homosexual se exhibió en Piratas en el boulevard. Irrupciones públicas. Agustín Martínez Castro (1978-1988), en el Centro de la Imagen (abril-julio de 2018).

A propósito de ello Fernando Esquivel, quien había bautizado al FHAR, "en una apasionada defensa de su condición de homosexual" le espetó en la cara a Fernando Gaytán, reportero de Alerta, que ser gay no era un vicio ni un delito y mucho menos una enfermedad.  

Una reportera "rechoncha", al parecer de otra de las publicaciones sensacionalistas, había instando a dos lesbianas a darse un beso. "No está mi pareja", se disculpó una de ellas, solo abrazando a la otra chica. "No importa", insistió la morbosa reportera. Lógicamente el beso apasionado que las lenchas finalmente se dieron propició una lluvia de flashes y exclamaciones de asombro.

"Compañeros, no realicen actos que puedan manipular los medios de comunicación amarillistas", sonó por el megáfono una voz de advertencia.

Los manifestantes avanzaban cuadra tras cuadra por Lerma llamando la atención de los escasos transeúntes, quienes preguntaban de qué se trataba la marcha. "Es de homosexuales", respondía una simpatizante buga de Lambda, Nadia González. Y como la gente parecía no entender el término acuñado en 1869 por el austrohúngaro Karl Maria Kertbeny, soltaba un sinónimo que no dejaba lugar a dudas: "De maricones".

No faltaron entre los reporteros que seguían el suceso las bromas de típicos machines babosos, como alguno que proponía avanzar pegados a la pared, no los fuera a ensartar la retarguardia del contingente.

Y las risillas –siempre las estúpidas risillas–, acompañadas de un intercambio de miradas de mutuo choteo, estallaron cuando oyeron afirmar que había homosexuales en todas las profesiones, incluida la suya: médicos, abogados, contadores, periodistas y hasta uniformados.

Sin embargo, uno de los compañeros de la prensa hizo una pregunta pertinente: "¿Por qué no asistieron homosexuales intelectuales, artistas, profesionales, políticos?".

Juan Jacobo respondió que los del FHAR también se hacía esa pregunta: "¿Por qué no están nuestras glorias nacionales? Tal vez por miedo, ¿no?".

A 42 años de distancia, el activista histórico respondió que con "glorias nacionales" se estaba refiriendo tanto a Carlos Monsiváis, quien desde el principio decidió apoyar al movimiento pero tras bambalinas, y al laureado actor Roberto Cobo, quien el año anterior, en una entrevista con el semanario Proceso a propósito de su personaje transgénero de la Manuela, en la película El lugar sin límites, había denostado a los maricas exhibicionistas.

"Odio y detesto a determinado tipo de homosexuales que andan haciendo el ridículo en la calle, que desacreditan a la homosexualidad", declaró Cobo a mi colega Anne Marie Mergier.

"Me chocan los travestistas de cabaré porque son jotos solamente. Hablo de los que se ponen peluca, que se dicen que se parecen a Marilyn Monroe. Que no tienen dignidad".

En Piratas en el bolulevard, Juan Jacobo Hernández posa en julio de 2018 ante las fotos que su amigo Agustín Martínez Castro tomó en junio de 1979, durante los preparativos para la Primera Marcha del Orgullo Homosexual. En la imagen de en medio, Juan Jacobo está con Carlos Toimil (con camisa blanca).

La marcha con sus dignísimas vestidas empelucadas, lesbianas y cacha granizo se detuvo finalmente en una placita, Finley, que estaba justo donde Lerma desemboca en Manuel Villalongín, a un lado del Jardín del Arte (terreno en el que hoy se levanta el Registro Público de la Propiedad y de Comercio).

Juan Jacobo fue el orador, y con mucha enjundia leyó un discurso de denuncia y reivindicación de los derechos humanos más fundamentales: a la vida, al amor, al trabajo, en una palabra, a la felicidad.

He aquí algunos párrafos entrañables:

"Las redadas. Esa, práctica viciosa y corrompida de un sistema incapaz de respetar siquiera sus propias normas legales. Redada: ataque contra el miserable desempleado. Redada: ataque contra las prostitutas. Redada: ataque contra los jóvenes que cometen el delito de no poseer un club o una cancha deportiva. Redada: castigo divino-oficial contra los disidentes sexuales, los travestis, nosotros.

"Quién de ustedes, antes de acudir a los sitios en que el sistema nos ha obligado a escondernos, no se pregunta con temor: ¿estaré seguro?, ¿no habrá redada?, ¿podré transitar libremente por mi ciudad sin temor a que los guardianes del orden me detengan?

"¿Y el chantaje, compañeros? Somos una mina de oro para un puñado de delincuentes, esos sí, jamás molestados por la policía. Y lo somos porque nos asumimos como culpables. Esos chantajes que no solo nos vulneran, nos joden, nos degradan a nosotros, hombres y mujeres homosexuales, sino a nuestras familias, a nuestros amigos.

"Una amplia y comprobada discriminación en el empleo y en la familia parecen ser las constantes a las que nos tenemos que enfrentar desde la oscuridad de nuestros clósets. Inmovilizados, ateridos de frío miedo, permitimos todo: el insulto, la vejación, el golpe, la burla, la risita, el despido, nos echan de nuestras casas. Establecen un círculo de muerte en torno nuestro.

"La alternativa somos todos juntos. Aprendamos a ser solidarios, felices y orgullosos de lo que nos une y nos identifica. Para nosotros ser solidarios significa no aceptar la marginación del resto de la sociedad, ni el chantaje, ni la extorsión. Significa revalorarte, rescatarte de las cloacas. Significa aceptar a tus compañeros homosexuales y lesbianas por lo que tú sepas de ti mismo y no por lo que los dictadores heterosexistas te impongan.

"Ser solidarios significa saber que un ataque contra uno es un ataque contra todos. Lucha concreta, compañeros, es la propuesta del FHAR, contra todo lo que atente contra nuestras vidas. Contra las vidas de todos los que hoy nos han acompañado en esta marcha, contra las vidas de los compañeros que quisieron venir pero que se vieron impedidos por el terror. Estamos aquí luchando por el derecho a la vida, al amor, al trabajo. La nueva alternativa es responsabilidad de todos.

"Combativos y presentes, los homosexuales y las lesbianas revolucionarios estamos y estaremos al lado de todos los oprimidos: obreros, campesinos, mujeres.

"Esperamos que sea esta la primera de una exitosa serie de reuniones nuevas, abiertas, dignas de los homosexuales".

Una apretada ovación siguió a estas palabras como inmejorable conclusión, hacia las ocho de la noche, de la primera marcha, que se desarrolló con un saldo muy favorable.

Del lado de los observadores alguien soltó un gracejo final: "¡Después de esto, al reventón!". En el caso de los miembros del FHAR, la fiesta fue en casa de Ignacio Álvarez, en Mazatlán 95, colonia Condesa.

Al otro día, sábado, quien más reventado, quien más fruncido del orificio, todos corrieron a comprar el "periodiquerío" para ver la cobertura que les habían dado, que no estuvo exenta de las consabidas risillas, pero en general fue respetuosa–hasta en Alerta– al informar a la sociedad mexicana que en adelante gays y lesbianas lucharían por el respeto de sus derechos constitucionales.

Esta crónica se basa en una selección escaneada de dichas notas, que me facilitó el siempre generoso Juan Jacobo, dado que por la pandemia permanecen cerradas las hemerotecas que tanto me gusta visitar.

Mi aspiración es ayudar a que los jóvenes dimensionen el valiente sentido sexopolítico de la primera marcha, ante el gozo de que la número 43, el próximo sábado 26 de junio, volverá a su fundacional espíritu contestatario porque ha sido retomada por las históricas histéricas, con el lema "La marcha es de quien la marcha".

Es muy significativo que en lugar de los carros propagandísticos de las marcas comerciales será justamente encabezada por el aún no libre de vejaciones colectivo trans, y a pesar de ello tan festivo y orgulloso como aquellas vestidas de 1979 pero, como esperaba Mónica Viruliche, hoy más unido y numeroso.      

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

Fotaza de Adolfo Patiño, Adolfotógrafo, en la Primera Marcha del Orgullo Homosexual, junio 1979.

   

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