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El testamento de una enorme draga

El testamento de una enorme draga

Por Antonio Bertrán

El pasado 6 de julio, Oswaldo Calderón, Superperra, habría cumplido 47 años. Su familia lo recordó instalando una pecera con carpas koi, me contó su adorada sobrina Moni, porque "durante 12 años mi tío tuvo peceras, le gustaban los peces".

Nosotros los jotos quiere rememorar también al ya legendario artista escénico, fallecido el 14 de febrero de este 2020, con la entrevista que me concedió cuando Las Hermanas Vampiro cumplieron 25 años, y que hoy las nuevas generaciones pueden leer como su testamento drag. Texto que incorpora varias declaraciones que, por espacio, entonces quedaron inéditas.

Este memorial de Oswaldo se embellece con una selección que nos comparte Antonio Marquet de las innumerables fotografías que le tomó desde 2007, cuando entablaron una "amistad profunda" a raíz de que el dramaturgo y actor fue corrido con su show del bar El Taller.

"Oswaldo es el diamante más grande encontrado en tierras mejicanas (con jota). Su obra es grande. Pudo ser enorme", afirma con su amorosa agudeza mi querido tocayo, quien en vida lo inmortalizó en libros como El coloquio de las perras y Dragas en rebeldía.

Muy reeeinas ellas, pero las drag queen mean de pie. Así lo constaté al sorprender a la temible Superperra, que encarna Oswaldo Calderón, con los tules de su atuendo arremangados frente a un mingitorio.

Fue en el Museo Universitario del Chopo, la noche del miércoles [19 de junio de 2019], tras el homenaje que rindió el Festival Internacional por la Diversidad Sexual a los 25 años de quimérica carrera de Las Hermanas Vampiro, que mi querido Oswaldo fundó con el igualmente amado Daniel Vives, la Supermana. Hoy los acompañan también en su hermandad artística la pesada Lore (Jorge Arriaga) y la cándida Marianita 33 (Javier Peláez).

Después de oír los elogios que, ante un auditorio eufórico de fans, hicieron de ellas el doctor Antonio Marquet, estudioso de sus duelos verbales políticamente incorrectos, y Erik Rivera, quien las ha retratado con los ojos enormes que caracterizan su pintura, este impertinente cronista de la vida torcida siguió a la compañía de cabaret drag hasta el camerino.

Entré al baño y la Superperra no solo me perdonó la vida al sorprenderme retratándola mientras desaguaba, sino que posó para la foto de Nosotros los jotos, que hoy se suma a su celebración.

Luego, en una entrevista por escrito vía inbox de Facebook me contó que las Vampiro surgieron como una resurrección bíblica, a la tercera noche de trabajo creativo en la Casa de los Gatos, donde Oswaldo y Daniel vivían con “17 gatos de pelos y reales”, ubicada en Ciudad Satélite, geografía mexiquense de mi juventud. Así fue su relato íntegro:

"Daniel y yo nos conocimos en el teatro. Él estaba actuando y yo fui el realizador de vestuario y atrezzo. Coincidimos o la vida nos puso para coincidir y de la coincidencia sacamos ventaja y largos tiempos de querencias y hermandad; desde entonces, hace 30 años, buscamos la coincidencia, 'una feliz coincidencia' como dice Tolkien.

"Las Hermanas Vampiro salen del hartazgo, de la necesidad del artista por no acartonarse y quedar rígido en su pequeño mundo de necedades. Así un día más una noche y después dos días más con sus noches, al tercero como Lázaro sale de la tumba, de la cueva platónica, un ser formidable que abjuró de la feminosidad por la muchosidad.

"Nos descubrimos incorrectas, apologistas de lo grotesco, irreverentes y sacrílegas mientras que en esta epifanía 'Santo llama a Tundra', y en el sueño que da el embriagante maná de los desvelos Las Mujeres Vampiro, las de el Santo, someten a su víctima que yace lánguida con la yugular expuesta a los colmillos de Tere y Lorena Velázquez.

"Un cuerpo aparece, unas marcas en el cuello se vislumbran, dos marcas de color azul en una escena en blanco y negro: un azul tan intenso como la sangre de la realeza, monárquico, justo el color para coronar y empelucar a las primeras drag queens de Mejico-Tenochtitlan.

"De aquel entonces histórico momento en La Casa de los Gatos en Ciudad Satélite, frente al [colegio] Thomas Jefferson vuelan Las Primeras con el Nombre, Madre de Dragonas, prisioneras de sus deseos a Caztzi, un bar jotero que ahora es una librería cristiana, como si quisiera acallar las voces de Las Damas de Orleans, y de la mano de tres grandes que tuvieron a bien ser madrinas Las Hermanas Vampiro ofrecen su primer baile inaugural con El calcetín, de Astrid Hadad; La muerte del palomo, con Rocío Dúrcal, y No discutamos, con Lucha Villa.

"He aquí lo que se cuenta como nuestro génesis que de la mente unificada y creadora siendo una se vieron a sí mismas como dos pero su manifestación terrenal sucedió en tres. Ya en otras crónicas vampíricas la Supermana y Superperra tienen sus haberes en algún grimorio y en otros tiempos".

—¿Qué es el drag?

—Es muy complejo definir "drag". Algunos dan por válido el acrónimo de Dressed as a girl (vestido como una chica) o Dressed resembling a girl (Vestirse para parecer una chica). Sin embargo, en ambos casos queda corta la definición ya que el drag no siempre se "viste como una chica", y habríamos de preguntarnos ¿cómo se viste una chica? Porque evidentemente las chicas no parecen dragas, a menos que lo sean. El drag es un personaje. Una expresión artística que no se vincula con el género. Es también un primo no reconocido del arte dramático y el teatro. Es una quimera, en voz de Xabier Lizarraga [antropólogo y activista gay]. Yo creo que es un alebrije.

—¿Qué no es el drag?

—El drag se justifica a sí mismo desde la estética visual (de entrada) y puede confundirse con otras formas de expresión o género. No es travestismo (en el sentido como lo conocemos incluyendo el show de imitación), tampoco es cosplay ni disfraz ni dragvesti (una expresión hiperbólica del travesti).

—¿Qué te ha dado ser drag queen?

—Drag puede ser cualquiera pero incluir el título nobiliario de "queen" implica resistencia, narrativa, discurso, performatividad, fracturar la norma (y no "reina"). El drag, desde hace 25 años, paga mis cuentas, alimenta mi cuerpo sin alma y otras cosas mundanas y carnales. Al ser drag tengo una plataforma privilegiada para no someterme a la imposición, me ofrece la oportunidad para manifestar mi incomodidad en el mundo heteronormado desde el humor y el arte siendo políticamente incorrecto.

—¿Qué te ha quitado ser draga?

—Hasta ahora nada, o poco o mucho según se cuente. Tal vez el sueño que se evade en largas noches conjurando a las musas para crear. Tal vez los tiempos que se dedican a la familia y amigos porque es una profesión que consume muchas horas en traslados, largas jornadas de maquillaje, vivir casi siempre como los vampiros (aunque tampoco extraño ni el día ni el sol).

—¿Qué has aprendido dragueándote?

—La libre capacidad de manifestarme a través de un personaje sórdido, violento, irónico, cáustico, sarcástico, cínico, clínico, mordaz, satírico, ácido, cancerígeno. También que se puede, desde el escenario y con humor, exponer la miseria humana, la mezquindad institucional, el oprobio legal y salir ileso. La responsabilidad, porque al estar en los ojos ajenos y ser boca de muchos se debe tener la mente abierta a cualquier posibilidad en el universo arcoíris y sus filias. A crear comunidad.

—Drag y cabaret, ¿para qué sirven, qué aportan a la causa de la igualdad de derechos?

—El drag es un personaje, y si procura la virtud del cabaret, de la crítica social, de la impudicia como talento, de la música para crear conciencia, de la sátira para fracturar el sistema, el resultado es una miscelánea sin prejuicios en donde puede crecer la Igualdad. Y para ser iguales hay que reconocernos como diferentes. La igualdad se encuentra en la diferencia.

—¿De verdad se tienen miedo las Vampiro entre ustedes, como dijiste en el homenaje? ¿Cómo lo superan?

—El miedo siempre viene de la incertidumbre, y la incertidumbre es la cornucopia de México. Siempre jugamos la Supermana y yo con la estructura del miedo porque somos seres muy complejos, hay incertidumbre pero también mucho amor. Y nuestra suma de miedos se condensa en los escenarios travistiéndolos en montajes oníricos, surrealistas, torcidos, lúdicos. El mal nos ha tocado para bien. Y ni él es tan bueno ni yo tan malo.

—Tras 25 años de carrera, ¿qué reto enfrentan Las Hermanas Vampiro?

—El reto más ambicioso es enseñar, invitar a las nuevas generaciones de dragas, que sepan que las posibilidades del drag, junto al arte, son mayores que la infecciosa forma del drag gringo (tan vacuo, tan innecesario, intrascendente, efímero...). Si bien no es necesario que un drag sea un ente político tampoco debe resistirse al llamado de la rebeldía. Debe inocular espacios, todos, para expresarse más allá del gueto de los bares. Las Hermanas Vampiro hemos tocado muchas puertas y se han abierto hasta las ventanas; las nuevas generaciones deben pedir posada en estos espacios que están ávidos por hacerse de un pedazo de cielo entaconado, y apropiarse de ellos para generar una cultura más rica e incluyente. Nos falta mucho por hacer y somos muy tercas.

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!
Por favor usen bici, gocen como puedan de la lúdica rebeldía y, sobre todo, usen condón.

25 de junio de 2019.

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