Te has suscrito correctamente a Nosotros los Jotos
¡Buenísimo! A continuación, completa el pago para obtener acceso completo a Nosotros los Jotos
¡Has iniciado sesión correctamente!
¡Éxito! Tu cuenta está activada, ahora tienes acceso a todo el contenido.
¡Éxito! Tu información de facturación se actualizó.
La actualización de la información de facturación ha fallado.
¿Quieres ver lo que hacemos?

¿Quieres ver lo que hacemos?

Por Antonio Bertrán

—Muy bien. Ahora, ¿puede ver las letras del renglón ocho? –siguió con el examen el joven optometrista.

—Sí: D, E, F, P, O, T, E, C –leí nítidamente.

—Perfecto. ¿Y las ve más claras con este lente que es uno… o con este otro que es dos?

—Con el dos, definitivamente.

—Listo. Realmente su graduación ha variado muy poco.

—Me alegra, porque vivo de mis ojazos color agua estancada, ja, ja. Pero háblame de tú, ¿no?, que estoy miope y astigmático pero no soy tan viejo.

—Perdón, es la costumbre. ¿Lees mucho? ¿A qué te dedicas?

—Soy periodisto, madre nutricia del sitio web Nosotros los jotos, deberías echarle un ojito, hay un poco de nuestra historia LGBT, entrevistas con personalidades retorcidas, crónicas y relatos cachondos. Y sí leo mucho, por obligación y por gusto. Además hago fotos, más por morboso que por otra cosa. Y ya que estamos en confianza, sobre todo soy mironcito. ¿De casualidad tendrás micas con rayos X?

—Ja, ja, no, pero con esta nueva graduación te aseguro que verás más de la cuenta...

Iván se llamaba el optometrista que me hizo unos nuevos anteojos. Yo quería que el examen no se terminara nunca porque estaba encantado contemplando al treintañero moreno, de barba oscura y bien recortada, que tenía unos ojos color miel dignos de ponerlos en un relicario de oro.

Pero todo se termina, había más pacientes esperándolo y resignado tuve que estrechar la fuerte mano mullida de vellitos oscuros que sonriente me ofreció, mientras repetía que en una semana podía regresar por mis nuevos anteojos, de visión aumentada.

El arte de mirar y ser mirado, por mi muy querido Carlos Cabrera (como todas las ardientes fotografías de esta entrega).

El día que fui a recogerlos no tuve el regocijo de verlo nuevamente, porque sin duda él estaba ocupado en el consultorio con algún paciente, y una amable señorita en la recepción me entregó diligentemente el estuche.

Ya me había olvidado de este encantador muchacho cuando la semana pasada revisaba mis solicitudes de amistad en Facebook, ¡y me encontré con su nombre y hermosa carita! Claro que los ojos se me pusieron como platos soperos colmados de pozole patrio.

A los pocos minutos de haberlo aceptado, Iván me contactó por inbox y empezamos a charlar sobre lo bien que me hizo los nuevos espejuelos porque, como él me aseguró, me permiten ver hasta lo que no...

Advertí que mi ahora optometrista de cabecera aparece en su foto de perfil junto a un guapo rubio que resultó ser su novio. Seguimos platicando sobre el órgano del ojo ciego y otros gracejos fisgones, hasta que de repente no me respondió de inmediato.

—Perdona, es que estaba en otra ventana, de cochino –retomó la conversación varios minutos después.

—¿Mandando nudes o fotos cachondas?

—Ja, ja, algo así.

—¿Entonces, con tu novio la relación es abierta?

—No es abierta, pero tengo un guilty pleasure (placer culposo): jalármela por cam.

—¡Fuertes declaraciones! ¿Te la estabas jalando mientras otro te veía por la cámara de la computadora, y al mismo tiempo me escribías?

—Ja, ja. Sip, ¡perdón!

—Nada que perdonar. ¿Ya terminaste y te lavaste tus obscenas manitas?

—Sí terminé, y bien riiico, pero obvio no me las lavé, ja, ja.

—¡Qué antojo de chuparte cada dedo!

Como buen exhibicionista, acto seguido Iván me mandó fotos y videos de su precioso instrumental, no precisamente oftalmológico. Yo hube de corresponder con algunas tomas favorecedoras de mi lápiz HB (harto babeante), al que le encanta que le saquen punta.

—Es que estoy muy mal, ahorita.

—¿Pooor? ¿No vives con tu novio?

—No, y la verdad no es tan sexual como yo. Así que se conectó ese wey delicioso de Los Mochis (por ChatRandom), el del pantallazo que te mandé, y no me pude resistir.

—Ufff, sí está precioso el cabrón. ¿Cómo es la onda? La verdad, nunca lo he hecho –tuve que reconocer mi rupestre negación para el sexo virtual, aún en tiempos de pandemia.

—Hay varios chaturbates –o salas de videochat para masturbarse, me explicó–. Sacas tu cuenta, entras, prendes tu cámara y haces lo que quieras. Sabes quién te ve, y la gente participa diciéndote qué hacer y comentándote: "Ponte de pie y abre más las piernas", "Ensalívala y dale más lentamente", "Con ese cable del celular que se ve en el escritorio amárrate los huevos"... Algunos son de uno a uno, pero en otros también es un poco por competencia, por ver cuántas personas te están mirando. Una vez estaba cogiendo con un wey y había dos mil personas conectadas viéndonos. ¡Eso me puso como bestia!

—¡Hombre, y tan seriecito que te veías con tu bata en el consultorio hablándome de usted!

—Ja, ja, pues así debe ser en la óptica. Espera... Acaba de llegar un amiguito. Lo voy a recibir así, desnudo, como estoy. ¿Quieres ver lo que hacemos?...

En la secundaria, Iván empezó a satisfacer su despertar sexual con una práctica muy común entre los adolescentes, sobre todo en colegios de varones:

“Convencía a mis cuates para masturbarnos juntos. Todos estábamos hormonosos, y me aprovechaba de eso para retarlos y ver quién se podía venirse más rápido o más lejos. Lo hacíamos en los baños y nos checábamos mirando por arriba de las divisiones para que nadie hiciera trampa”.  

El joven tapatío también descubrió que podía intercambiar fotos por internet con extraños.

“Creo que ahí empezó todo esto del exhibicionismo/voyerismo. Luego seguí en el cuarto oscuro de los antros, me ubicaba en las zonas donde había un poco más de luz y se podía ver la acción, mía y de los demás. También frecuenté ciertos baños públicos... Siempre fui muy desinhibido”.

Internet y las redes sociales han facilitado esta práctica de las personas que sienten excitación y placer al saberse observadas, o mirar. Simplemente se trata del gusto del ojo alegre, sin duda tan antiguo como el del cazador que acecha a su presa.

Iván, por ejemplo, aprovechó para gozar esta filia sitios como gay.com y luego le atrajeron canales “más anónimos”, como CAM4. Una opción liberadora y segura en el tiempo de cuarentena, y todavía hoy que no termina la pandemia.

Antes lo hacía también de manera presencial en los espacios públicos: parques de ligue, no solo en Ciudad de México, sino en Nueva York y Londres; la parada de un autobús de madrugada, saliendo del antro, y hasta en una cancha de tenis con su mismísimo rival de juego. Siempre fantaseando con la posibilidad de estar siendo mirado por alguien más.

“Creo que nunca ha sido algo que me enorgullezca”, se sinceró mi amigo cuando me cogió más confianza, y yo había asumido que se regocijaba sin problema en esta práctica lúbrica.

“Siempre ha sido un secreto oscuro, me parece una falta de carácter para alimentar gratuitamente mis inseguridades, mi ego”.

—Yo pensé que había que ser muy seguro de sí mismo para exhibirse.

—¡Cero! Todos los halagos que te dicen son para satisfacer tus inseguridades.

—¡Pero, si eres muy guapo, Ivancito! ¿No te sientes atractivo?

—Al final me siento mejor, deseado, pero también peor al haber tenido que recurrir a esto para satisfacer una necesidad de atención. Creo que sí siento algo de culpa, quizá debido a mi educación católica, por lo que nunca ha sido completamente satisfactorio, ni cuando una de mis parejas me acompañaba ante la cámara.

—Entiendo que con tu novio actual no compartes esta práctica, ¿no la necesitas para tener relaciones satisfactorias con él?

—No me hace falta para estar con mi pareja, de hecho prefiero que no compartamos esto. Aunque él sabe de qué pie cojeo, es como echarme un shot de heroína, y por eso alguna vez tuvimos problemas. Ya estuve en terapia y creo que la volveré a buscar. Por favor, Antonio, te pido muchísima discreción.

—No te preocupes, Iván hermoso, yo sería incapaz de exhibirte…

Agradezco mucho a mi querido Carlos Cabrera, buen amigo de Nosotros los jotos, las bellas fotografías que captó con su lente voyerista y hoy nos brindan un suculento taco de ojo, como los que abundan en su célebre Taquería https://ello.co/lataqueria.

¡Hasta el próximo choque de chichis y braguetas, señoras y señores míos!

Por favor usen bici, mándenme fotos cachonda que juro no exhibirlos y, sobre todo, usen cubrebocas y condón.

El querido Lalo Santos, siempre listo para los lances del placer (TW @LaloOaxaca).

Coméntanos con libertad y RESPETO